26 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Los organismos de prevención de desastres son un desastre  

Jose Hilario Lopez

Por José Hilario López 

En sus ediciones de los días 15 y 21 del corriente mes de julio el Periódico El Colombiano, refiriéndose a la tragedia que por causa de un deslizamiento en el barrio Santa Rita del corregimiento de San Antonio de Prado en Medellín enluta a esa comunidad, denunció que el desastre estaba pronosticado desde el pasado 7 de abril.  

“La tragedia estaba cantada porque los bomberos la habían advertido, pero la Alcaldía de Medellín y el Departamento Administrativo de Gestión del Riesgo de Medellín (Dagrd) no hicieron nada para evitarla. No tuvieron que pasar más de dos días desde el deslizamiento que le costó la vida a una mujer y a una bebé (…), para que salieran a flote las pruebas de que la tragedia estaba cantada y la Alcaldía de Medellín no tomó acciones a tiempo». 

El Correo de la Ética en su edición del 18/07/22, refiriéndose a la misma tragedia, el Profesor Hernán Saldarriaga anotó: “Estamos ante un caso de omisión por parte de las autoridades municipales de Medellín que podría configurar un delito  consistente en la abstención de una actuación que constituye un deber legal, como la asistencia a menores incapacitados o a quien se encuentra en peligro manifiesto y grave”. 

Como si esto fuera poco, desde el pasado 29 de junio, el concejal de Medellín Alfredo Ramos ha venido cuestionado al Dagrad por su pobre gestión ejecutiva.  Para Ramos, “el Dagrd es un desastre: durante el corriente año sólo ha ejecutado $670 millones de su presupuesto”. La denuncia de Ramos la respalda Piedad Patricia Restrepo, vocera de la veeduría Todos por Medellín, afirmando que, según sus cuentas, en los dos primeros años de esta administración en cada vigencia se dejaron de ejecutar $10.000 millones en el Dagrad. 

Tal como lo he venido sosteniendo, desde cuando a raíz del deslizamiento de Villatina en la década de los años ochenta empecé a estudiar los problemas relacionados con la estabilidad de las laderas del valle de Aburrá, el verdadero desastre lo constituyen los organismos de prevención de desastres, situación aplicable tanto a los entes locales como nacionales. Entidades todas éstas que se limitan, casi siempre con interés politiquero, a la entrega de algunos auxilios a las víctimas de cada tragedia, y nada de prevención. 

Según lo señala el historiador Carlos A. Serna en su libro “La naturaleza social de los desastres asociados a inundaciones y deslizamientos en Medellín entre 1930 y 1990”,durante el periodo estudiado en el valle de Aburrá ocurrieron cerca de seis mil desastres asociados principalmente a deslizamientos e inundaciones, de los cuales más del 70% se registraron en la ciudad de Medellín. 

A renglón siguiente, Serna agrega que “aunque desde las instancias gubernamentales (..) se han preocupado por establecer dependencias y organismos destinados a la prevención y atención de los desastres naturales, con el pasar de los años la frecuencia de éstos ha ido en aumento, lo que hace pensar que dichas preocupaciones no han sido muy fructíferas”. 

Sin lugar a duda, esas tragedias, a las que suman las registradas en estos últimos treinta años y las que se anticipan hacia el futuro están relacionadas con el poblamiento desordenado de los terrenos de ladera, obligado por la migración de población campesina desplazada por la violencia y abandono estatal que han azotado el campo desde mediados del siglo pasado. 

Ente las mayores tragedias causadas por deslizamientos ocurridos en Medellín a partir de la década de 1950, se registran las de Medialuna (1954), Santo Domingo Sabio (deslizamientos recurrentes a partir de la década de los 70), Villatina (1987) y La Gabriela (2010), un barrio localizado en los límites con el municipio de Bello.  

Según estudios recientes de Isaac Held de la Universidad de Princeton-USA, reconocido en el mundo científico como el Einstein de la meteorología, el calentamiento del planeta en las zonas tropicales húmedas, donde se encuentra la región andina colombiana, hace que las lluvias sean cada vez más intensas y frecuentes, lo que significa mayor propensión a deslizamientos en las laderas cabeceras de las quebradas y a las consecuentes avenidas torrenciales. 

Pareciera que en nuestro medio nos olvidamos del riesgo hidrológico asociado a la alta torrencialidad de las quebradas que drenan las laderas del valle de Aburrá, agravada cada vez más por el Calentamiento Global, que hace que la intensidad de las precipitaciones (cantidad de agua lluvia que por unidad de tiempo cae sobre la superficie del terreno) sean cada vez mayores. Este olvido, por llamarlo de alguna manera, nos lo está cobrando Madre Naturaleza, tal como lo demuestran las graves afectaciones que actualmente está generando el desbordamiento de las quebradas en Medellín y demás poblaciones del valle de Aburrá. 

Lo que ha estado sucediendo en nuestra región requiere la mayor atención por parte del área Metropolitana del Valle de Aburrá, la máxima autoridad ambiental urbana, así como de las autoridades municipales. Existen suficientes estudios y diagnósticos que se deben actualizar y complementar usando imágenes satelitales, que permiten detectar en tiempo real sitios críticos que sea necesario intervenir antes de que se generen las tragedias. No hacerlo, significa negligencia y como lo anotó el profesor Saldarriaga en el editorial del Correo de la Ética, atrás citado, puede ser tipificado como un delito.