25 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

La universidad después de la pandemia del coronavirus

Por Enrique E. Batista J., Ph. D.

https://paideianueva.blogspot.com/

Bien se ha señalado que  desde la creación de la Universidad de Bolonia en 1080 nunca se habían cerrado temporalmente todas las instituciones de educación superior. Hecho creado por un factor globalizado que las afectó a todas, sin excepción, y que  parece que servirá para poner la inscripción de clausura o de cierre a un número grade de ellas en todo el mundo.

También se ha destacado que ahora, por primera vez en la historia, los estudiantes tienen el poder y la responsabilidad de decidir qué universidades sobrevivirán. Su decisión hará quebrar a muchas de ellas. Aparte de otras acciones formativas, más productivas y pertinente (como las micro credenciales, mico masters  y micro títulos), muchos escogerán la formación virtual como alternativa más conveniente. (https://rb.gy/vg4kbs).

El camino para seguir no es hoy del todo claro. El reinicio requerirá inventiva, precisión predictiva de ambientes y escenarios innovadores más allá del mero enfoque empresarial, de ganancias abundantes o de rendimientos financieros, en los que muchas apoyan hoy su imagen y credibilidad, con frecuencia lejos de compromisos sociales para el progreso de todos en las comunidades en las que están insertas.

Su reconfiguración tendrá que apoyarse sobre un modelo ético, con alta sensibilidad social y en los valores del Estado social de derecho, la democracia participativa, los derechos humanos, la justicia social, inclusión y equidad. En ningún caso serán como lo fueron y funcionaron antes de la pandemia del coronavirus. Las estrategias de enseñanza y de aprendizaje variarán sustancialmente, así como el papel de los profesores. También, en todo caso, lejos, muy lejos, del enfoque mercantilista, e inane en sus efectos sociales, lejos de la búsqueda de figurar en los rankings, que como se ha dicho ranquean el pasado. Serán valoradas y juzgadas socialmente  por sus responsabilidad ética, social, política, cultural y ambiental probada y sostenida. Universidades con más sentido  humano de afiliación afectiva  a la sociedad y su progreso que a ingresos monetario en sus arcas.

 

En los escenarios que siguen podrá la universidad asumir un papel activo y decisivo en la reconfiguración social, económica, política, cultural y ambiental del nuevo orden mundial que se avecina. Liderazgo frente al riego de insolidaridad entre pueblos y comunidades o de una lucha hegemónica de poderes trasnacionales por encima del progreso colectivo mundial.  Se precisa evitar que todos seamos parte de una nueva guerra fría, alineados sin razón a uno u otro lado.

 

En todos los continentes, en todos los países sin excepción, las universidades han entrado en crisis económica; las públicas desde tiempo atrás por la inadecuada y decreciente financiación estatal, y las privadas por el efecto en la reducción del número de alumnos antes de la crisis, agravada hoy por ella y agudizada después de ella. El sustento financiero será sustancialmente distinto; variarán los muy excluyentes criterios de admisión y las muy añejas e improductivas estrategias de enseñanza, aprendizaje, evaluación y certificación de  logros. Como se indicó, muchas fracasarán en el intento de sobrevivir o tendrán que hacer alianzas con otras, incorporarse como una sola o vender sus patrimonios para cerrar y salvaguardar, al menos parcialmente, las deudas morosas a proveedores al decretar la extinción o la quiebra.

Varias instituciones de educación superior públicas establecidas en una misma región, con influencia y cobertura  poblacionales entrelazadas, sin ninguna razón lógica que hoy funcionan como independientes, con los mismos programas académicos, con autonomía y normatividad burocratizadas que excluyen a las otras y causan pérdidas y dificultades de reconocimiento de créditos académicos los alumnos,  acabarán uniéndose por la fuerza de nuevas realidades en una sola (esfuerzo que en el pasado ha sido vano)  para sobrevivir y optimizar el intercambio de recursos y  consolidar los programas de beneficio a las comunidades que con recursos públicos las sustentan. En la Unión Europea se ha reconocido que la pandemia del coronavirus ha permitido hacer explícito y reconocer las ventajas de  compartir, entre otros asuntos de crítica importancia para todas, las estrategias y resultados frente al aprendizaje digital. (https://rb.gy/61x4pg). 

A lo largo y ancho de todo el mundo las universidades están pasando el tazón limosnero para alcanzar el apoyo financiero por los nada benévolos Estados. En Chile las universidades públicas y privadas se han opuesto a la suspensión ordenada por el gobierno del pago de la matrícula y de otros servicios académicos mientras dure la crisis. El gobierno de Taiwán ha comprometido inicialmente US$13 millones para sus universidades. De por medio está la petición de  financiación estatal, el alto costo de la matrícula y los gastos de mantenimiento. No se pretenderá que universidades privadas, y también las públicas, recaben apoyo estatal para volver al mismo e improductivo escenario de funcionamiento anterior como si nada hubiese pasado.  En Australia se ha dicho que las universidades enfrentan una  catástrofe económica y pérdida masiva de  hasta 21.00 de sus empleos, por lo que han reclamado al gobierno federal millones de dólares en auxilios de emergencia.  (https://rb.gy/h7fejz).

El cuenco limosnero, sin embargo, tiene el inconveniente de poner en peligro la ya muy derruida autonomía universitaria. Los gobiernos han decretado estados de excepción para atender la pandemia, con poderes extraordinarios en cabeza del ejecutivo, lo que ha llevado a varios gobiernos a actitudes autoritarias. En esos contextos extraordinarios se prevé mayor control de las universidades por parte de los gobiernos y mayor riego sobre dicha autonomía la que siempre se ha considerado  esencial para su fortalecimiento libre de ataduras políticas y de gobiernos de turno.  Pero la participación democrática y colegiada al interior de las universidades también ha entrado en riesgo con poderes supremos otorgados a la dirección universitaria para que proceda con autonomía como la delegación que el Consejo Superior Universitario de la Universidad Nacional de Colombia entregó a su rectora.

 

En China la pandemia ha producido impacto sobre las comunidades académicas. En mayo del 2020 dos profesores chinos han estado bajo investigación por sus universidades; un tercero  ha sido arrestado por criticar la manera cómo se ha manejado el confinamiento. Desde las comunidades académicas en las redes sociales  han señalado varios académicos que el manejo de la crisis del coronavirus  es una buena ilustración del modelo de gobernanza  que ha atrasado a  la China; han hecho la  invitación  para que el Partido Comunista Nacional diseñe una nueva constitución. Han sostenido que la falta de transparencia ha evitado el escrutinio público  y acceso  por el público a la información precisa sobre los peligros del coronavirus, a la vez que han criticado las acciones del gobierno que buscan opacar a los académicos que expresan sus ideas abiertamente. (https://rb.gy/if8glx).

Alrededor del mundo, en países avanzados o no, se ha generado alta  conciencia sobre los factores de exclusión y de inequidad en la educación superior, agravado por el súbito cambio hacia una educación virtual. Tómese, por ejemplo, a Zimbabue, Ghana y Sudáfrica donde los estudiantes señalan que la educación virtual es impagable y elitista.  (https://rb.gy/q0crys). En el primero de estos países sólo el 40% tiene electricidad en el hogar. Por eso, y otras razones de fondo, han  expresado total rechazo a la propuesta de e- learning del gobierno. No es el caso sólo de estos países en África. En todo el mundo ha habido una situación de desigualdad masiva en la educación virtual que  se ha ofrecido con profesores que de la noche a la mañana se les impuso la tarea del tan esencial compromiso de facilitar altos niveles de aprendizaje de sus alumnos usando una variedad de recursos tecnológicos que desconocen; muchos de ellos opuestos desde antes a la educación  virtual. En Australia también se ha reconocido que en términos de igualdad y equidad la presente crisis ha afectado con mayor impacto negativo a las mujeres. (Un análisis hoy de la educación superior en todos los continentes el lector lo encontrará en artículos de la revista  digital “University World News. The Global Window on Higher Education” en la cual me he apoyado para datos para este artículo: https://rb.gy/mwlcdd).

Esta pandemia también ha mostrado el  camino para la reivindicación que se hace, y se hará, en muchos países del mundo para alcanzar una educación superior gratuita. El valor de la matrícula, incluso en universidades públicas, no lo puede pagar una proporción alta de los alumnos, lo que se ha constituido históricamente como en un ingrediente socialmente aceptado, o abiertamente consentido, de exclusión social para acceder a altos niveles  de formación para la vida y el trabajo.

En Estados Unidos estudiantes de muchas universidades han solicitado mediante acciones legales el reintegro de lo pagado por matrículas. Las universidades las han rechazado argumentando que san sido forzadas por la fuerza de las circunstancias, que los alumnos siguen trabajando con los  mismos profesores, siguen obteniendo créditos académicos en sus cursos y avanzan hacia  la obtención de su respectivos títulos. En Corea del Sur el gobierno ha sostenido que no hay base legal para reducir el valor de las matrículas ni tampoco para  la devolución de los pagos por ese concepto. Asunto  muy importante que dirimirán las Cortes.

Al reabrirse las universidades no tendrán un mundo igual. Muchas tendrán que cambiar sus objetivos, áreas de formación y de énfasis. La naturaleza de las instituciones de educación superior  no volverá a ser la misma si quieren sobrevivir al efecto de un minúsculo pero devastador y globalizado virus.

Muchas otras instituciones y prácticas  sociales cambiarán sin que hoy se pueda prever la intensidad y dirección de los cambios, a menos que se haga futurología con algún fundamento. Asunto que trataré en mi  próxima columna.