3 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

La sinfonía del descontento: cánticos y sátiras en el desafío democrático de Colombia

En un acto de protesta que ya se ha convertido en una cátedra de creatividad popular, las pancartas se alzaron no solo como pedazos de cartón con letras, sino como verdaderas obras de arte de la crítica política.

«Petro = Bandido corrupto terrorista mitómano», exclamaba uno, con un juego de palabras que, más allá de la crítica, revelaba un humor ácido, típico de un pueblo que se ríe para no llorar. Otro, ingeniosamente declaraba: «Petro ahoga el país», una metáfora quizás demasiado apropiada para una nación que se siente sumergida en las profundidades de un mar de incertidumbre política.

Entre la seriedad y la chanza, cada letrero se convirtió en un micrófono visual, proclamando mensajes que, aunque diversos en palabras, unían a la multitud en una sola voz. «No soy Uribista! Soy Colombiano! ¡No más Petro!», decía uno, subrayando la transversalidad del descontento que trasciende las líneas partidistas.

Mientras, los rezos por una Colombia libre y próspera también tenían su lugar en este lienzo ciudadano, manifestando la esperanza de que, más allá de la política, haya un poder superior guiando el destino de la nación.

Estos mensajes visuales, capturados en fotografías de reporteros de El Reverbero de Juan Paz, son testimonios de una jornada donde la ironía y la fe se entrelazaron, pintando un retrato auténtico de la sociedad colombiana en busca de redención y rumbo.

Vuvuzelas y Arengas Sacuden Colombia

El 21 de abril se ha inscrito en los anales de la historia colombiana como un día de inflexión, en el que el estrépito de las protestas se convirtió en el símbolo del desencanto de un pueblo.

Más que una mera congregación de ciudadanos, las calles se transformaron en un laboratorio social donde el descontento colectivo gestaba la búsqueda de un nuevo rumbo para el país, de nuevos líderes, de nuevas ideas, de una nueva agenda.

Las vuvuzelas, ese instrumento de festividades futbolísticas, adquirieron un nuevo matiz: el de la desilusión. Su sonido, que en tiempos de gol era motivo de júbilo, ahora articulaba la voz de una ciudadanía cansada de promesas vacías de cambio:

“Petro, corrupto, el pueblo está de luto!”

“Laura, tramposa, la gente está furiosa!”

“Petro, mentiroso, el pueblo está rabioso!”

“Laura, codiciosa, suelta las maletas!”

Y al paso por la sede de Ecopetrol, la multitud adaptó su mensaje: “Roa, traidor, renuncia a Ecopetrol”

Al ministro del Interior, Luís Fernando Velasco, que intentó minimizar las marchas, también llevó lo suyo de

la multitud fervorosa: “Velasco, te asustas, la plaza está robusta!”

Las arengas de desilusión resonaron como un eco que rebota en los muros del poder, demandando no solo oídos sino acciones. La Plaza de Bolívar, con su multitud indignada, se convirtió en el barómetro de un país que no aguanta más.

La paliza en las calles ha enviado un mensaje inequívoco, un recordatorio de que el poder reside, en última instancia, en las manos de la gente. 

Video de la marcha.

En el aire de Bogotá, debajo del aguacero incesante, flotaba una pregunta contundente: ¿Qué camino le resta al gobierno de Petro?