7 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

La grandeza de Ratzinger

Dario Ruiz

Por Darío Ruiz Gómez 

“Los católicos cuando entramos a la iglesia nos quitamos el sombrero no la cabeza”, aclaraba con infinita ironía Chesterton. Porque si a Chesterton le tocó enfrentar la superficialidad de las llamadas élites intelectuales cuyo “toque de distinción” parte de la inocua aseveración de que “Dios no existe” y por lo tanto que quienes creen en Dios y en la Virgen María y en Jesús son unos ignorantes, ahora nos enfrentamos a quienes aún fungen como materialistas históricos o esnobistas de pipiripape  y quienes de antemano “ya han resuelto” las grandes preguntas sobre la condición  humana, punto de partida, como sabemos, de la filosofía.  

Ni siquiera el fracaso del comunismo los llevó a enfrentar estas preguntas. Pero como lo dice el Diccionario Google: Hacer preguntas es una forma de prevenir nuestra pereza mental y de sacarnos de la comodidad del conformismo.  

Mi alborozo cuando Ratzinger fue elegido como El Papa Benedito XVI fue enorme ya que conocía su figura de alto intelectual, discursos, declaraciones, aquella famosa conversación con el filósofo Habermas donde era claro que su tarea como pensador  consistía en responder a las grandes falsedades culturales, ideológicas contemporáneas que la misma Iglesia estaba eludiendo veladamente ya que la lucha de la Iglesia lo era también contra la lacra de los populismos, la esclavización de la pornografía, los  grandes vacíos existenciales dejados por un nihilismo que renace como desesperanza absoluta ante las cuales Ratzinger es enfático: “Pero de la oscuridad  y del barro se emerge con la fe, que ayuda a encontrar la brújula entre las tinieblas, la mano de Dios para redescubrir el amor y la verdad”, la contemplación del sufrimiento de millones de desplazados olvidados por la Justicia desde un Estado de Excepción donde pueden ser matados sin que nadie acuda en su ayuda tal como lo explica Agamben y tal como lo vemos en Colombia donde el Cese al Fuego supondrá la silenciosa eliminación de miles de inocentes a nombre de “una Paz Total” totalitaria que niega la presencia del olvidado, del agredido a nombre de una nueva delincuencia que lo ha despojado de su hogar natal. 

Ante la Encíclica “Cáritas in veritate” Ángel Barahona, recuerda que frente a la ONU “la Iglesia no puede ser marginada en la lucha por la justicia, pero no puede quedarse sólo en los márgenes que le marca la acción política, tarea es el servicio del amor ágape que implica también la búsqueda de la verdad”. Agape es el amor hacia los otros sin esperar nada, incondicional, lo contrario a nuestro egoísmo.  

Y la verdad es el proceso de reconocimiento de quienes cometieron una grave falta contra la vida con el rompimiento violento de lo que se consideró un pacto escrito ante la Ley, en fin, el reconocimiento con nombre y apellido de los asesinos para someterlos al debido castigo.  

Frente a la demagogia peronista de Bergoglio, Ratzinger es el pensador que recogiendo la singular herencia del pensamiento católico sale a  enfrentar la complejidad de la vida contemporánea al responder con lucida racionalidad al daño de la pederastia, a la impenetrable burocracia vaticana y al sufrimiento de los inocentes y sobre todo a un mal terrible, la relativización de la moral mediante la cual termina por justificarse al dictador y a dejar a las víctimas en el olvido, casos del  Foro de Sao Paulo o Puebla.  

La Razón demuestra que Ratzinger nos da a conocer a Dios que nos concede derechos y deberes y la fe que nos concede confianza y lealtad hacia el prójimo, el reconocimiento de que somos trascendentes. Al Pastor que olvida este deber de piedad hacia el perseguido y se coloca como colaborador del verdugo, le ha faltado al amor ágape hacia quienes debió acompañar en medio de la oscuridad y el barro.  

P.D. La nueva farsa de nuestra Iglesia de Sao Paulo apoyando al ELN, Monseñor Henao, Monseñor Darío Fernández y demás conmilitones es otra ofensa al dolor de los inocentes perseguidos y masacrados.