Gustavo Petro y las hordas de energúmenos que dirige no buscan el bienestar de la Nación ni tampoco una educación de mejor calidad; ¡qué va!; pretenden exactamente todo lo contrario: incentivar el caos y la anarquía para a la postre obligar a renunciar al presidente, echándole a este encima gran parte de la opinión pública y atiborrándolo de problemas y marchas que bloqueen la acción estatal, con el fin de hacerlo ver como el gobernante incompetente que claramente Duque no es.
El discurso sobre la necesidad de un mejor sistema educativo es la mampara detrás de la que se ocultan los protervos intereses del incendiario Gustavo Petro: quien, en sus tiempos de guerrillero buscaba derrocar al gobierno legítimamente constituido por la vía armada, ahora retorna a sus andanzas de antaño, combinando, muy a la usanza comunista, todas las formas de lucha. Poco le importa al jefe de la “Colombia Humana” el futuro de esta patria adolorida. Lo de Petro es el poder a como dé lugar, para ejecutar a pie juntillas la larga lista de venganzas que un alma atormentada y resentida como la suya alberga.(Lea la columna).
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