26 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

La absurda y contradictoria prohibición del glifosato

Por Saúl Hernández Bolívar (foto)

El narco siempre logra satanizar todo instrumento de combate de las drogas; sus defensores ocupan puestos claves del Estado para asegurarse de que así sea.

En los últimos veinte años he escrito varias columnas sobre el glifosato que han exigido recabar mucha información. Y la primera conclusión a la que se llega es que este es un tema de honor para la izquierda en todo el mundo, muy de la mano con el de las semillas modificadas y los alimentos transgénicos, que los zurdos consideran nocivos para la salud. De hecho, la empresa Monsanto, productora del glifosato (Roundup) y de muchos tipos de semillas mejoradas, es para ellos poco menos que el demonio. Pero en el tema agrícola conviene comparar el legado comunista de hambrunas y charlatanería, como la de su científico «estrella», el soviético Lysenko, con los avances capitalistas guiados por la ciencia, en cabeza de Norman Borlaug, premio Nobel de paz en 1970, padre de la revolución verde y de quien se dice que salvó a mil millones de personas de morir de hambre.

Todos los que se oponen a la fumigación de cultivos ilícitos con glifosato, pasan por alto, olímpicamente, que con esa sustancia se fumigan toda clase de cultivos lícitos: «es el herbicida más usado en el mundo y de corriente aplicación en sembrados de caña, granos, frutas, hortalizas, tubérculos, oleaginosas y viñedos», como lo afirmé en una columna hace muchos años («Los mitos del glifosato», El Tiempo, 26/12/2006). Incluso, mencioné que, en ese entonces, «el Gobierno ecuatoriano ‘aclaró’ —luego de que el ministro Andrés Felipe Arias puso sobre el tapete que Ecuador fumiga sus cultivos lícitos con 800 mil galones anuales de glifosato— que el problema no es el herbicida, sino la aspersión aérea» (por el supuesto arrastre del viento). Es decir, ante tamaña evidencia, Correa no se atrevió a sostener la caña. (Lea la columna).