4 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Jorge Mejía Martínez deja las toldas del Partido Liberal y se va al Nuevo Liberalismo

@PartidoLiberal  

Sigue el éxodo de importantes dirigentes del Partido Liberal ante el pésimo manejo o mejor ninguna conducción por parte del expresidente César Gaviria Trujillo. 

En un documento escrito reservado a un grupo de amigos, pero que inevitablemente se extendió por las penetrantes redes sociales, el dirigente liberal de toda la vida Jorge Mejía Martínez (Foto) notificó su desvinculación del liberalismo colombiano y su intención de hacer parte del Nuevo Liberalismo, para lo cual está a la espera de que la Corte Constitucional de a conocer el texto de la sentencia que revive la personería jurídica del galanismo colombiano. 

Vale recordar que en la década de los años 80 del siglo pasado, el Nuevo Liberalismo fue una fuerte disidencia del Partido Liberal con la presencia de su fundador Luis Carlos Galán y en pleno dominio del bipartidismo, que hoy ya no existe. 

Jorge Mejía junto a sus socios políticos de toda la vida en el matiz denominado Participación Liberal de Antioquia, como Omar Hoyos, el concejal Fabio Rivera y otros, han sido en los últimos quince años muy buenos amigos de los hermanos Galán, Juan Manuel y Carlos Fernando, entre quienes se han apoyado electoralmente. 

Todo indica que Mejía, Hoyos y otros liberales dan el salto al Nuevo Liberalismo, trasteo que no puede dar Rivera, a quien lo ata su condición de concejal liberal en Medellín a no ser que renuncie a su curul, lo que no parece probable. 

Jorge Mejía dijo tajantemente que este cambio no implica ninguna aspiración política más en su vida, al tiempo que autorizó la publicación del documento que dirigió a sus amigos y cuyo texto es el siguiente y en el que formula una durísima crítica a la pobre situación liberal, pero en el cual también explica por qué no apoya a la derecha y su desencanto por los graves errores de Gustavo Petro: 

“A mis amigos: 

Algunos me han solicitado precisar mi postura sobre la coyuntura política actual. Lo que considero un deber hacia ustedes, compañeros gratos de siempre. No es fácil fijar una posición por la complejidad del panorama, pero nos sentimos comprometidos con el presente y el futuro del país y el territorio, estando en juego la suerte de todas y todos, en especial de nuestras familias. El ejercicio político con criterio y convicción es un derrotero ineludible, que casi siempre ha sido bajo el manto orientador del partido liberal. 

Pero con ese “casi siempre” damos cuenta de que nuestro ejercicio político, el de ustedes y mío, ha sido racional, tratando de conservar la coherencia entre el pensar y el hacer, necesaria para no despistarnos respecto a unos valores y principios que van desde la decencia y el compromiso social, hasta la posibilidad de transformar realidades para bien de los más desprotegidos y relegados; raseros que aplicados al partido liberal de hoy, lo desnudan para dejar ver una colectividad que perdió su capacidad de soñar y hacer soñar, de renovar, de orientar, porque se adecuo al statu quo para conservarlo, no para transformarlo. De allí que hace rato dejó de ser el partido promotor de los cambios que exige la lucha contra la pobreza, la inequidad, la violencia y el cambio climático. Hace cuatro años se hizo socio en segunda vuelta de Iván Duque, decisión que en la historia quedará como la continuación de los desaciertos acostumbrados.  

El liberalismo hoy hace fuerza para que Alejandro Gaviria lo voltee a mirar, a la espera de que este fracase en la exigente recolección de firmas, ante la ausencia de una mínima estructura indispensable para ello. A pesar de que del seno del partido han salido voces que claman, con derecho, por el aval liberal, al director Cesar Gaviria no le da pena someterse a la renuencia del exrector. 

Porque uno no debe estar donde no quiere estar, o no se siente bien porque le remuerde la conciencia, le digo chao al partido liberal. Conservaré un cordón umbilical que se llama Fabio Humberto Rivera, excelente concejal, decente y amigo de toda la vida, merecedor de nuestro voto para lo que sea. 

Con la creencia firme en el papel indispensable de los partidos como expresiones de la sociedad de cara al poder y para el poder, y la no confianza en la proliferación de movimientos coyunturales cuajados para una contienda sin sostenibilidad en el tiempo a punta de firmas, ¿Para dónde coger? Descarto los partidos de derecha por obvias razones relacionadas con las convicciones de siempre. Al otro lado, lo más configurado se llama Colombia Humana, el partido de Petro, integrante del pacto histórico, una buena opción hasta hace pocos meses, a pesar de las reservas provocadas por el talante caudillista del candidato, generoso en ideas de fondo, pero débil para reprender a quienes lo rodean y le hacen daño. La ilusión se me evaporó por su connivencia con las posturas extremistas de Gustavo Bolívar de financiar a la llamada primera línea sin discernir entre vandalismo y lucha justa, haciéndole un grave daño a la campaña presidencial de su jefe político; ahora llega a las huestes del Pacto, Piedad Córdoba con su carga de ser vocera del régimen nefasto de Maduro en Venezuela; también tocó puertas y fue bien recibido un famoso pastor cristiano con un historial de beligerancia en contra de los derechos de las mujeres y portador de posturas homofóbicas difíciles de aceptar en un proyecto democrático y progresista; Petro acaba de cazar una pelea irrelevante, desgastadora, al anunciar a través de El País de España que como presidente enviará a los estrados judiciales a Iván Duque, tal como dijo el nefasto Trump que haría con Hillary Clinton en EE.UU. Ese todo vale en la puja electoral es muestra de inconsistencia, por no hablar de oportunismo. Descartado. 

Miremos el centro. Hay un centro insulso, huero, insaboro, incapaz de impactar las causas. Pero, en ese espectro, hoy se presenta la posibilidad de coadyuvar a la construcción de un centro pensante, deliberante, propositivo, inspirado en los bagajes liberales, que busca diferenciarse del liberalismo anquilosado y cautivo de intereses personales de todo tipo, el mismo que arrió sus viejas banderas de cambio para acomodarse en el estado de cosas al servicio de los poderosos y de los responsables del lamentable país que tenemos y heredarán nuestros hijos. Sobra enumerar las lacras de la Colombia actual. 

Esa posibilidad que convoca al optimismo esperanzador es el Nuevo Liberalismo, NL. 

El NL hoy es un referente de un hombre que entregó su vida por luchar contra la corrupción política y el narcotráfico generador de múltiples violencias, Luis Carlos Galán, víctima de un Estado podrido hasta los tuétanos, que todavía sigue en píe.  

El NL es un partido por construir, desde sus estatutos, su programa y su talante democrático. Tarea que me parece emocionante. Nada hay que imponer, a nadie hay que rendirle pleitesía, no hay comuniones forzadas. Solo una invitación a moldear una nueva figura en el escenario político, con fortaleza propositiva, capaz de estrujar los cimientos de la agobiante realidad. 

Puede que esté cayendo en el espejismo del sediento en el desierto, pero nada se pierde, lo que existe no es aleccionador. En lugar de seguir rumiando nuestra frustración con los partidos históricos y de reciente cuño, pero de espaldas a los anhelos ciudadanos, probemos el camino que se abre, con la expectativa viva, sin tener que morir en el intento. Todo un reto inspirador. 

Abrazos, 

Jorge Mejía”.