8 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Incertidumbre, miedo y rabia

Por Claudia Posada 

¿Cómo entender que, siendo tan católicos, oigan y aplaudan ciertas voces que francamente van en contravía de mandatos esencialmente cristianos, mientras posiciones, pronunciamientos o determinaciones conforme a los principios que hacen parte precisamente del ideario religioso que pregonan aquellos mismos, son rechazados con furia?  Según las doctrinas sociales del catolicismo “Una sociedad justa puede ser realizada solamente en el respeto de la dignidad trascendente de la persona humana. (…) La responsabilidad de edificar el bien común compete, además de las personas particulares, también al Estado, porque el bien común es la razón de ser de la autoridad política. (…) Para asegurar el bien común, el gobierno de cada país tiene el deber específico de armonizar con justicia los diversos intereses sectoriales”.

En Colombia, durante los últimos meses, nos hemos sentido agobiados con la información noticiosa que da cuenta de la intensificación en el número de asesinatos a líderes sociales, así mismo de cómo ocurren y se ocultan violaciones sexuales, el incremento de muertes intrahospitalarias que suben las estadísticas cada día,  y a la par con los datos sobre contagiados con un virus que tiene enfrentadas diversas conjeturas –algunas más cercanas a supersticiones absurdas que a descubrimientos científicos-, nos cambian disposiciones gubernamentales inesperadamente lo que pareciera responder a intereses que nada tienen que ver con el bien común (“…el bien común es la razón de ser de la autoridad política”).

Y ni hablar de la incertidumbre que nos genera observar desde el confinamiento -con todo y sus exclusiones- que ya el país no está dividido entre “malditos mamertos” y honorables bendecidos, sino entre los obedientes de esta semana que aunque tal vez sean los desobedientes de la próxima perdieron la libertad, y los que determinan las libertades.  Esto hace muy difícil el discernimiento que permita situarnos firmemente, como cuando la polarización era tipo rebaño entonces el pastor cuidaba de sus mansas ovejas; ah, pero a las ariscas, eso sí,  les caía el lobo feroz que siempre estaba al acecho. Ahora, como  las ovejas descarriadas son casos aislados, aparece mucho pastorcito mentiroso, y el buen pastor resulta ser el malo. ¡Total desvarío!  ¡El frenesí de la insensatez!

Tanto el santo Juan Pablo II, como el  papa Francisco, en sus respectivas visitas a Colombia, aunque siendo de tan distintos temperamentos, formas de socialización y visión del Evangelio para transmitir el mensaje al mundo católico, coincidieron en sus intervenciones con respecto a la necesidad perentoria de buscar la paz y reconciliación perdonando para poder encontrar la tranquilidad que urge al pueblo colombiano. Pero es evidente que no ha sido propósito de la manada bendecida con los votos, seguir las orientaciones de los máximos jerarcas de la Iglesia Católica. Los conflictos y violencias en Colombia recrudecieron. No hubo perdón, hay mala fe, por un lado, y grandes deseos de reinserción por otro, un sueño acariciado inútilmente. Esperanzas que se esfuman.

Si les hacen pistola a visitantes tan ilustres, representantes de Cristo en la tierra que proclaman el amor y el perdón para vivir en paz ¿cuáles serán los propósitos para con la caterva pisoteada en su dignidad, agredida y humillada? Sin duda mantener delirante al pueblo que se queja, pero sigue votando por los mismos corruptos, hipnotizar a los gobernados, y seguir negociando con los sectores dominantes para burlarse de la igualdad de oportunidades. Incertidumbre, miedo y rabia es el detonante de nuevas crisis sociales.