26 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

En Medellín ganó el discurso del lenguaje conciliador

Por Claudia Posada (foto)

En Medellín ganó el discurso del optimismo. Sin duda, lo que en principio parecieran arrebatos de soñador, se convirtió en opción afín con los ciudadanos hartos del veneno desestabilizante que empaña cualquier democracia.  Se votó nuevamente con la esperanza de acertar (y no arrepentirse) siguiendo la corazonada que sembró el candidato que se conectó con las gentes de la ciudad, sin amarguras y sin hostilidades; la urgente necesidad de condensar anhelos para compartir en la búsqueda de aterrizarlos, vinculó a Daniel Quintero con los electores. En una ciudad profundamente inequitativa, el próximo mandatario local se lució con elocuentes proclamas que sonaron sinceras, además que las presentó de espaldas a los decepcionantes y poco creíbles políticos de siempre. Quintero convenció, sus promesas de campaña parecen concebidas con verdadero afán de transformar, aunque todo no le será tan fácil como él lo expone, pues es de esperar que en el camino encontrará más tropiezos y limitantes que afectos.  El contenido conciliador, el lenguaje amable, las señales del cambio que se apartan de la polarización, revivieron la confianza. Tranquiliza interpretar que el voto de opinión en Medellín crece, y que ha empezado a expresarse en las urnas eligiendo la alternativa que repele las maquinarias.

Muy distintos lo observado en el Departamento. Para el caso, las encuestas resultaron bastante acertadas por fuera del área metropolitana; el comportamiento electoral en los municipios de las demás subregiones,  responde al manejo político que, inclusive desde las mismas administraciones locales, aunque no les está permitido, se aceitan las maquinarias para elegir gobernador, y esta vez muy seguramente no fue la excepción; la estrategia, que en un principio fue crear expectativas para medir sintonías, funcionó; luego, el aparecer sin partido propio sino buscando un aval  por firmas, abrió las posibilidades de recibir adhesiones de todas las toldas que a bien tuvieran. Esta fórmula se aplica hace años: Estrategia y maquinarias.

A la campaña del hoy electo gobernador, Aníbal Gaviria, no le faltó el ataque en redes sociales “sacándole los trapitos al sol”, ante lo que él sabiamente calló. Y ni qué decir de los dardos envenenados que lanzaron, con evidente hostilidad, algunos voceros de la ideológica que ya empieza a perder adeptos en Colombia; aguijones cargados de la soberbia producto en buena parte del desespero, fueron diseñados hábilmente para lanzárselos al candidato Daniel Quintero, hoy dueño del mandato municipal que inicia el 1° de enero de 2020. Con memes, posiciones valentonadas y hasta con verdades a medias, así como esgrimiendo mensajes sectarios que embestían rabiosamente su campaña pacifica, pretendían azotar la persistencia fluida con la que conquistó el próximo mandato en la capital antioqueña, un político sin duda, hasta hoy, distinto.

No se puede afirmar que las posturas anteriores asumidas por Daniel Quintero, en su relativa corta trayectoria política, sean prueba de incoherencia ideológica. Más bien, podría colegirse que, movido por el sentimiento de afinidad con el discurso que le sonaba compatible en cada uno de esos momentos políticos, exploró, se acercó y participó, aunque finalmente concluyó que el peso de las emociones cuenta, pero luego decepciona. Optó entonces por presentar, parece, su propia filosofía, y no refugiarse en posiciones ajenas, consiguiendo el resultado que satisface a un buen porcentaje de los habitantes de Medellín.