25 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El voto en blanco es una protesta digna

Por Claudia Posada (foto)

En medio de la genialidad creativa y el humor negro que nos asiste para burlarnos de las figuras famosas, especialmente de la farándula, el fútbol y la política, hay un trasfondo muy serio en este nuevo escándalo en Colombia por cuenta de la señora Aida Merlano. No son pocos los personajes de la clase política que, con sus actuaciones, contribuyen a sembrar desconfianza e incredulidad.

Estamos a menos de un mes para las elecciones territoriales; se han llevado a cabo varias encuestas para averiguar tendencias en intención de voto, y lo que más llama la atención de los resultados, son los altos porcentajes de potenciales electores que a estas alturas no saben por quién votar. ¿Los candidatos son tan pobres de discurso, de promesas interesantes y proyectos cumplibles, que no conquistan el favor del voto? ¿O llevan tantos años calentando curul que casi todos lo único que logran mejorar es su estrato? Lo cierto es que los problemas que azotan al pueblo colombiano son los mismos (y empeorando) que hace 70, 50 o 40 años. Leyendo u oyendo contenidos de discursos pronunciados años atrás, se observa que prometían lo mismo que hoy, es decir, con algunas excepciones, nuestra clase política enmascara su codicia y utilitarismo expresándose en sintonía con el pueblo, mientras sus posiciones en los escenarios que les son propicios para actuar en concordancia, traicionan las palabras.

Hay que tener mucha conciencia ciudadana, o un claro convencimiento de que todas las decisiones que impactan bien o mal a los habitantes de una nación, son tomadas por la clase política, y que, en consecuencia, en manos de quienes nos representan en las esferas de poder y decisión, está el país, para comprender que es imperativo saber elegir. ¿Entonces cómo demostrar que no queremos más escándalos y burlas? Está la opción del voto en blanco.

“Todos son iguales”, es la respuesta más repetida cuando a un ciudadano le preguntan cuál es el mejor aspirante a este o aquel cargo de elección popular. Muy lamentable realidad. Y es que no todos son iguales. Los hay como la señora Merlano quien, según los resúmenes de su actividad como congresista, brilló por su ausencia; parece que, toda esa energía desplegada para “amarrar” votos, heredada de su padre, con quien recorrió entusiasta las calles del barrio popular del que procede, no es la misma que mostró en el Congreso para defender o sacar adelante proyectos de ley al servicio del pueblo colombiano, uno de los principales compromisos del ámbito legislativo.

Todos no son iguales porque los hay muy fogosos, y entonces levantan fervor en los ingenuos que les creen; pero resulta que tal agitación no se debe precisamente a la emoción de apoyar una gran idea para el bien común del país, región o municipio, sino porque hay intereses particulares que inspiran ese frenesí. Tenemos algunos muy distintos, sin exaltarse, sin arrebatos, trabajan bajo cuerda y con su “bajo perfil” indagan y husmean a ver por dónde están las mejores apuestas.

En fin, hoy estamos frente a un abanico de candidatos entre los que puede haber algunos mejores, si, debe haberlos; pero el común de los ciudadanos, con toda la buena intención de votar y hacerlo por el más conveniente ¿Cómo escruta sin tener elementos de juicio más allá de un debate, una valla o cualquier otra pieza de propaganda?

Con los escándalos que protagonizan nacional, regional y localmente los que pertenecen al mundo de la política asegurando que trabajan para “servir a las clases que más nos necesitan”, se tiene la disculpa perfecta para no salir a votar, no se quiere aceptar más decepciones, y menos que los abstencionistas de siempre les digan “Vio, le dije que no votara por ese sinvergüenza”. (O esa sinvergüenza). Definitivamente, si no hay una total certeza de la honestidad de su elegido o elegida, o algo le dice que no es competente para la responsabilidad del cargo, mejor decídase por   el voto en blanco, le garantiza la tranquilidad de cumplir con un deber ciudadano y es un voto efectivo que cuenta para protestar dignamente.