Por Carlos Mario Restrepo Tamayo
El campo debe alimentarnos a todos… pero para ello se requiere que sea regado con crédito de fomento, con infraestructura vial y de riego, con maquinaria y equipo para la habilitación de las tierras con capacitación y asistencia técnica, con suministro de insumos a precios razonables, con programas de educación y salud, con acuerdos estables y seguros, con mercados que aseguren la compra de la producción y por sobre todo motivando jurídica y económicamente a los inversionistas extranjeros y nacionales para que inviertan en el campo.
Una buena política agraria sostenible en el tiempo no se puede hacer únicamente bajo el amparo de la autoridad ministerial ordenando, retando y amenazando mediante confiscaciones tributarias, desestimulando la inversión en el campo, produciendo de paso desabastecimiento con un efecto inflacionario gravísimo en los productos de la canasta familiar.
Confiscar tierras, ampliar la base tributaria a las puertas de una recesión económica en los Estados Unidos, con una devaluación e inflación galopante puede resultarle a todas luces contraproducente o un TIRO EN EL PIE a este Gobierno tan comprometido en campaña con sus programas de carácter social.
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