25 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El Oasis de la vida

Por Luis Carlos Correa Restrepo (foto)

EL EXTRAÑO

Unos cuantos años después de que yo naciera, mi padre conoció a un extraño, recién llegado a nuestra pequeña población. Desde el principio, mi padre quedó fascinado con este encantador personaje, y lo invitó a que viviera con nuestra familia.

El extraño aceptó y desde entonces ha estado con nosotros. Mientras yo crecía, nunca pregunté por su lugar en nuestra familia; en mi mente joven ya tenía un lugar muy especial. Mis padres eran instructores complementarios: mi mamá me enseñó qué es lo bueno y qué era lo malo y mi papá me enseñó a obedecer. Pero el extraño era nuestro narrador. Nos mantenía hechizados con aventuras, misterios y comedias. El siempre tenía respuestas para cualquier cosa que quisiéramos saber de política, historia o ciencia. ¡Conocía todo lo del pasado, del presente y hasta podía predecir el futuro! Llevó a mi familia al primer partido de fútbol, me hacía reír y me hacía llorar.

El extraño nunca paraba de hablar, pero a mi madre no le importaba.

A veces mi mamá se levantaba temprano y callada, mientras que el resto de nosotros estábamos pendientes para escuchar lo que tenia que decir, pero ella se iba a la cocina para tener tranquilidad (ahora me pregunto si ella habrá rogado alguna vez, para que el extraño se fuera.) Mi padre dirigió el hogar con ciertas convicciones morales, pero el extraño nunca se sentía obligado para honrarlas. Las blasfemias, las malas palabras, por ejemplo, no se permitían en nuestra casa, ni por parte de nosotros, ni de nuestros amigos o de cualquiera que nos visitase. Sin embargo nuestro visitante de largo plazo lograba sin problema usar su lenguaje inapropiado que a veces quemaba mis oidos y que hacía que papá se retorciera y mi madre se ruborizara.

Mi papá nunca nos dio permiso para tomar alcohol. Pero el extraño nos animó a intentarlo y hacerlo regularmente. Hizo que los cigarrillos parecieran frescos e inofensivos, y que los cigarros y las pipas   se vieran distinguidas. Hablaba libremente (quizás demasiado) sobre sexo. Sus comentarios eran demasiado evidentes, otras sugestivos, y generalmente vergonzosos. Ahora sé que mis conceptos sobre relaciones fueron influenciados fuertemente durante mi adolescencia por el extraño. Repetidas veces lo criticaron, más nunca hizo caso a los valores de mis padres, aun así permaneció en nuestro hogar. Han pasado más de 50 años desde que el extraño se mudó con nosotros. Desde entonces ha cambiado mucho; ya no es tan fascinante como era al principio. No obstante, si hoy pudiera entrar en la guarida de mis padres, todavía lo encontraría sentado en su esquina, esperando por si alguien quiere escuchar sus charlas o dedicar su tiempo libre a hacerle compañía… ¿Su nombre? nosotros lo llamamos TELEVISOR. Ahora tiene esposa COMPUTADORA, un hijo CELULAR. Y UN NIETO smart-phone.