26 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El Jodario: Llegó la hora @eljodario

 

Por Gustavo Alvarez Gardeazábal (foto).

Los balances sobre la seguridad pública no pueden mostrar cifras más asustadoras. Las que publicó SEMANA hace 8 días deberían tener meditando al par de tercos que nos gobiernan, Duque y Uribe, sobre el capricho de seguir negándose a la realidad. El gobierno anterior, que tanto detestan, les dejó armadas las conversaciones con los Elenos en La Habana. Uribe y Duque resolvieron que esas charlas en busca de la paz no pueden hacerse. Pretendieron montarles un cerco diplomático a los delegados del ELN para que Cuba los entregara encadenados y fracasaron como en tantas otras cosas. Casi lo mismo pasó con los autodenominados gaitanistas y llamados por la Policía como “Los del Golfo”. Las conversaciones entre abogados y delegados estaban caminando para que ellos se sometieran a la justicia. A Uribe y a Duque se les olvidó esa posibilidad y ahí los tienen, agarrados con los Caparrapos y haciendo pactos o batallas con los disidentes de las Farc y con los Elenos en distintas regiones (cada vez más numerosas) en donde el estado no ejerce, los uniformados constitucionales no se ven y el Ministro de Defensa parece más un vendedor de cacharros metafóricos. En Guaviare, en vez del Estado llegaron los exfaruchos que quieren seguir cultivando coca y exportando perica para conseguir tanta plata como sus antiguos jefes y el asunto se volvió a perratear.

Uribe y Duque no quieren sentarse a conversar. Tampoco parecieran tener ejército para mandar a la batalla. Las negociaciones que tanto le encantaban a Uribe cuando era el más hábil vendedor de caballos viejos de Colombia, han pasado al olvido. Pero, como están las cosas, no queda más que sentarse a seguir buscando la forma del diálogo para frenar este despelote porque la guerra que quiere Uribe no se libra ni con este Ejército ni con este presidente y mucho menos con tantos frentecitos armados desparramados por todo el país.

RECULAMOS O CAMBIAMOS

El Contralor Córdoba ha presentado un proyecto de ley reculador para restituirle el cogobierno a las Contralorías reviviendo el control previo del que gozaron hasta el 91. Su petición es la confirmación de que por todos los costados la Carta del 91 está haciendo agua. Mientras más días, más estorba, hasta el punto que ya estamos convencidos que es la causante de muchos de los problemas que sufre el país.

Esa Constitución empoderó a los indígenas, les dio tratamiento de ciudadanos especiales, les admitió normas judiciales paralelas o diferentes a los de los demás colombianos y les concedió tantas prebendas que ningún gobierno ha sido capaz de cumplirlas y cada tanto de tiempo tiene que enfrentarse al justo reclamo de quienes exhiben la Carta del 91 como mandato.

Esa Constitución generó la existencia de 5 cortes, la utilización  de 7 instancias para terminar un juicio (como lo dijo Vargas Lleras), la existencia del embeleco del Consejo Nacional Electoral, y el enfrentamiento entre Fiscalía, Procuraduría y Contraloría para que muchas veces se metan cada uno por su cuenta a investigar lo mismo. Y, lo que es peor, la Carta del 91 impulsó el exceso de gasto público y los elevados costos para poder cumplir con sus mandatos no solo en Bogotá sino en todos los rincones del país manteniendo en déficit permanente al Tesoro Nacional.

Cada nuevo trauma que la Carta del 91 nos conlleva haría pensar a cualquiera que ha llegado la hora de hacer una Constitución más acorde a lo que somos: un país de regiones. Pero todos los que ordeñan al estado le tienen pánico a una Constituyente y nadie la convoca de miedo a que les arrebaten la teta. Muchos, como el Contralor, prefieren recular.

@eljodario