26 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El Jodario: Las 3 del tintero

Por Gustavo Alvarez Gardeazábal (foto)

A Blanca Nieves le faltó perrero

Nuestro presidente no cesa de dar demostraciones de su incapacidad para gobernarnos. Con el mismo impulso que lo llevó a hacer el oso en la visita al papa Francisco, se atrevió a usar la metáfora de Blanca Nieves y los siete enanitos ante un sofisticado auditorio de Paris, como si se tratara de una escuela primaria de Gómez Plata. De idéntica manera su plano y repetido esquema en los discursos públicos lo hace tan imperceptible a la opinión como igual le calza de mal cualquier sombrero que se ponga. Aunque es evidente su falta de roce social y de identificación de las responsabilidades que asumió el 7 de agosto, las abuelas dirían más bien que al presidente Duque le faltó perrero. (El problema es que el perrero lo tiene Uribe y en vez de usarlo, prefiere actuar de pater familias explicando o minimizando todas sus embarradas)

Pedrito Pereira no quiere que Cartagena compita con otras ciudades turísticas

En una actuación que apenas es posible en mentalidades retrecheras o ausentes de cultura turística universal, el alcalde de Cartagena, Pedrito Pereira, determinó que los bares y restaurantes de la ciudad amurallada solo podrán funcionar hasta las 2 de la madrugada. Desconociendo el carácter de ciudad turística internacional que ha ido ganando Cartagena y que la ha puesto a competir con los otros focos universales del mismo tipo, Pedrito Pereira, como si apenas hubiese visitado a San Onofre, considera que los turistas deben irse a dormir a las 2 de la madrugada. Valdría la pena que los dueños de hoteles y bares de Cartagena hicieran una colecta pública para enviarlo a recorrer Madrid, Barcelona, Praga o Roma y así entendiera que las normas conventuales no rigen sino en su recuerdo de antiguo militante conservador.

Resucita Agatha Christie

La novela policíaca que rodea el caso de los Pizano no se solucionará ni siguiendo los cánones literarios de la más famosa de las escritoras del género, la inglesa Agatha Christie. El episodio del hijo volviendo de Madrid a su funeral y yendo a visitar la finca de Subachoque donde murió su padre y repitiendo la escena final de su muerte, colocándose la bata y las pantuflas que usaba el doctor Pizano para sentarse frente al computador donde se suponía que él habría sufrido el infarto, y en acto cumbre, tomándose un trago de la bebida saborizante que el antiguo “controller” tomaba al momento de morir, y que no era otra cosa que cianuro, parece más sacado de una de las narraciones de la novelista británica. Las conclusiones o hipótesis posteriores de quienes oímos de lejos este drama familiar pueden ser peores o más extravagantes.