Algo debe estar pasando en la cocina desde que el sancocho está saliendo tan revuelto. Casi al mismo tiempo se dan una serie de episodios que si bien no parecen preocupar a quien conduce el buque en un mar proceloso, al menos inquieta a los pasajeros. El que haya salido el Contralor Pipe Córdoba a decirle a Yamid Amat en “El Tiempo” que de los 543 proyectos de nuevas aulas escolares solo se hayan entregado 73 y que las obras solo se hayan iniciado en 310, de los cuales 237 están todavía en obra negra, no es problema de quienes administraban la cocina hasta el 7 de agosto del año pasado.
Resulta evidente, aunque el Contralor con su estilo suavecito de pereirano recién colocado no lo diga, que de parte de la ministra de Educación no se ha presentado ni seguimiento ni interventoría adecuadas en los últimos 8 meses.
Y si al mismo tiempo el Procurador, sin perder su estilo de madre abadesa de convento medioeval, haya citado equivocadamente a indagatoria a 28 alcaldes para que respondan por lo que pasa en las cárceles de sus municipios donde el hacinamiento llega a extremos indescriptibles, eso no significa que exime a quien debía responder: a la ministra de Justicia o al director del Inpec o el de la dependencia esa que construye las cárceles. Hace mucho tiempo que las cárceles dejaron de ser municipales y son dependientes del gobierno que se ejerce desde Casa de Nariño, no de los alcaldes.
Pero como si este sancocho no estuviera revuelto, la Ocde, la Unesco y la CIDH le dijeron a la Mintic, la señora Constaín, que el proyecto de ley que ha presentado para las TIC no dizque garantiza la creación de un regulador independiente y menos que evita que el MinTIC asuma funciones que corresponden al regulador.
En otras palabras, por donde se mire, el buque está haciendo agua y, aunque me tachen de antifeminista, no se puede negar que al menos esas 3 ministras lo están haciendo muy mal.
A COSCORRONES
Por primera vez, desde hace 3 años, cuando Fabio Echeverri me habló del seguro presidente Iván Duque, me he puesto en su pellejo y, de verdad, me da pesar. Debe ser imposible gobernar con semejantes sopapos como los que le han pegado, casi al mismo tiempo Trump, Putin y Vargas Lleras. El primero de ellos se lo pegó el presidente de Estados Unidos. Como había acudido ingenuamente a Washington aupado por el hijo de Fabio y sus amigotes de la ultraderecha gringa, se humilló ante Trump y actuó como el mayordomo sumiso de una finca norteamericana. Como pago por su humildad, Trump acaba de condenarlo públicamente como un incapaz que no ha hecho nada. Pobre hombre, qué coscorrón!
Como le creyó a los gringos de Luigui Echeverri, al senador Rubio y a su combo, en el que está Piñeira el de Chile, se fue a hacer el show a la frontera y a torear a quien le deben plata en todos los costados de Venezuela: a Rusia. Y como Putin sabe que cuando Trump se mama por plata no defiende a nadie, Rusia ha terminado por casi amenazar con aplastar a Colombia si se sigue metiendo con Venezuela. ¡Qué coscorrón!
Y como si fuera poco, Germán Vargas Lleras, quien perdió su opción presidencial por el coscorrón más caro de la historia colombiana, le pega uno de señora madre y consigue que los congresistas de Cambio Radical, unidos a los liberales y a los del partido de la U se opongan a las objeciones que el presidente Duque le ha hecho a la ley estatutaria de la JEP. ¡Otro coscorrón!
Nadie me puede negar entonces que alguien tan coscorreneado pueda pensar con claridad y actuar como buen gobernante. Tal vez le estamos dando muy duro. Pobre hombre.
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