26 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El Internet de las Cosas: Impactos positivos con algunos riesgos @Mineducacion

 

Por Enrique E. Batista J., Ph. D. (foto)

https://paideianueva.blogspot.com/

Todo empezó con Internet y siguió con la cuarta revolución industrial con su variedad de desarrollos tecnológicos y efectos sobre la manera de vivir, de pensar y de trabajar. Estamos en un mundo hiperconectado con amplísimas ventajas en muchos campos de la vida, pero también con posibilidades de efectos negativos por el uso de dispositivos no construidos para minimizar los riegos, pero si sensibles a serias perturbaciones y peligros externos para la seguridad colectiva, la privacidad individual, violaciones legales y delincuencia informática.

Internet ha transformado todo, o casi todo, y el Internet de las Cosas (usualmente abreviado IoT) produce y producirá muchos más cambios llevándonos a nuevos espacios, circunstancias y rumbos en múltiples facetas de nuestras vidas públicas, privadas e íntimas. Y claro, en la educación con los modos de enseñar y de aprender.

Pero ¿qué es Internet de las Cosas que oímos hablar?, ¿qué es esa cosa del Internet de las Cosas?, son algunas de las preguntas. Como el viento está ahí, se siente, silva, pero no se ve. El concepto en sí mismo no es tan nuevo.  Hace 20 años se reconoció como la red de cosas físicas que conectadas a Internet facilitarían muchas tareas cotidianas. (https://bit.ly/32lZh1y ). De hecho, Internet es una interconexión de “cosas” (de computadores y redes entrelazados con protocolos de comunicación como si fuesen lenguajes precisos en el mundo diplomático). Es el mundo de la interconectividad, todo ha empezado a estar conectado con todo.

Así, el Internet de las Cosas se refiere a la interconexión entre personas, objetos cotidianos y el mundo natural usando una variedad de dispositivos y recursos digitales. Es un producto del hecho palpable de que muchos objetos de uso cotidiano u otros para aplicaciones super especializadas, se crean, diseñan o rediseñan no sólo para conectarse a Internet sino con la capacidad para interactuar de manera autónoma con cada uno de nosotros, en conexión con otros dispositivos o programas informáticos. Se ha proyectado que para el año 2019 habrá más de 24 mil millones de objetos conectados, aunque Morgan Stanley anticipa que para el año 2020 serán 75 mil millones y para el 2025 cien mil millones, con un impacto económico global de US$ 11.000.000.000.000.  (https://bit.ly/2IxGfzchttps://bit.ly/2rXC0Cl).

Hoy el Internet de las Cosas es omnipresente e incluso intrusivo, penetra en nuestras vidas sin permiso o sin que nos demos cuenta. Pareciera algo difuso, pero que con él vivimos, trabajamos, recreamos y aprendemos. Está en la vida diaria de nosotros. Hay que conocerlo, reconocerle la importancia y valía, por ejemplo, para el cuidado y protección del medio ambiente, mejorar la salud física y mental (medicina de precisón), para la recreación, satisfacción y mayor rendimiento en el trabajo o en los, negocios, en los deportes, en la seguridad para la ciudadanía, para que pequeño campesino logre mayor productividad, para que la agroindustria sea más productiva, y claro para enseñar y aprender.

Precisamos todos reconocer limitaciones y riesgos en las distintas facetas de nuestras vidas diarias ya que mucho de los dispositivos que usamos no ha sido desarrollados para mantener la privacidad y seguridad de nuestra información. Son dispositivos inseguros. Se ha dicho que es “inseguridad por diseño”. (https://bit.ly/30A4yRv).

El Internet de las Cosas refleja y puede seguir reflejando valía para mejorar la calidad de vida nuestra y la del planeta. Pero es necesario indagar siempre qué tan seguros estamos.  Corresponde en el hogar a los padres de familia y en la escuela los maestros formar a hijos y alumnos en el necesario cuidado para vivir seguros en un mundo digital. Al Estado, a la familia y a los maestros corresponde tener una amplia consideración sobre la cuestión de cómo facilitar el uso de Internet y aprovechar la conexión cada vez más generalizada entre dispositivos conectados para asegurar una educación inclusiva y de calidad para todos.

Estamos en un mundo con grandes potenciales de efectos positivos sobre todos nosotros. Estamos en presencia de dispositivos inteligentes. Pero la inteligencia más valiosa es la humana, la de los niños, adolescentes y jóvenes que van a la escuela o la universidad. Podemos ser consumidores o navegantes inteligentes en el mundo de la hiperconexión o ser consumidores ciberatrapados para beneficio de otros en los mundos económicos, políticos o ideológicos.

La Internet Society ha publicado en español una guía breve para “entender mejor los problemas y desafíos de un mundo más conectado” como “documento es una fuente de información y un punto de partida para el debate sobre cuestiones relacionadas con la IoT”. (https://bit.ly/2SbaltI).

El McKinsey Global Institute (https://mck.co/2wWQyXp)  ha destacado los nueves ambientes en los que el IoT tiene hoy mayor valor económico e impacto general:

 1. Fábricas, lugares de trabajo, fincas y hospitales.

 2. Ciudades seguras.

 3. Humanos con los dispositivos de llevar consigo (para vestir) o dentro del cuerpo humano.

 4. Ventas, en asuntos como pagos sin colas (autopago), arreglos físicos optimizados, compra y venta en línea.

5. Espacios exteriores, como la conducción autónoma de vehículos, navegación aérea y movilidad terrestre.

6. Sitios de trabajo seguros y saludables.

7. Vehículos con reducción de accidentalidad.

 8. Hogares seguros, control al consumo de energía y automatización de tareas hogareñas.

 9. Oficinas con rediseño organizacional y uso de la realidad aumentada para la cualificación y formación de los empleados.

El Internet de las Cosas se reconoce como un fenómeno inserto en la cuarta revolución industrial para mejorar la calidad de vida de todos y del planeta, apuntalar el desarrollo económico de países emergentes, alcanzar hacia 2030 las metas de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. Se precisa saber sobre su alto potencial positivo y reconocer limitaciones y riesgos, en especial en los asuntos de seguridad ciudadana y personal y de la privacidad de nuestra información. Nos toca a todos aprender a ser consumidores inteligentes, a comprar y usar exigiendo seguridad y derecho a la privacidad.