30 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El infinito en un libro

Carlos Gustavo Alvarez

Por Carlos Gustavo Álvarez 

El viernes 29 de abril de 1988, bajo la batuta de Jorge Valencia Jaramillo, nacido 55 años antes en el pueblo minero de San Roque, en el nordeste de Antioquia, y quien había sido su propulsor infatigable, comenzó la Primera Feria Internacional del Libro de Bogotá. 

Igual que el Primer Festival Internacional de Teatro, que se había celebrado un mes antes, empujado por el férreo empeño y el carisma de Fanny Mikey, encarnaban fuerzas de mar que arremetían contra los espolones de la incredulidad y el granítico avance de la perversión criminal del narcotráfico. 

Lo cuento en el capítulo “Jorge Valencia Jaramillo: Don Quijote del Libro”, que hace parte de “Bandeja de Historia Paisa en Bogotá”, un libro que escribimos con Fernando Panesso Serna, publicado por Ícono Editorial. 

Y es que el doble ocho fue en Colombia otro bisiesto de pena. Si 1985 es considerado el año de la mutación nacional propiciada por el espectro de la violencia, que se encumbró en noviembre con la toma del Palacio de Justicia, y a la que la naturaleza y los oídos sordos agregaron una semana después la tragedia de Armero, 1988 hizo parte agobiante de la saga fatal. 

Sus cabañuelas fueron el ataque al Edificio Mónaco de Pablo Escobar, en Medellín, liberando los demonios de la insania que poseían a los carteles de la droga. Al Festival de Teatro que apuntalaba Fanny contra viento y marea, y a la primera exposición ferial del libro en Bogotá, que encuadernaba paso a paso el camino de sus propias páginas, los precedieron y sucedieron tantos ataques y tragedias, tan feroces ocurrencias de la miseria humana, que casi podría decirse que habitaron por momentos el cosmos de la quimera. 

En cuanto a su epopeya del libro, a Jorge Valencia Jaramillo también una pregunta lo rondaba como un buitre terco: “¿En serio piensan hacer una Feria del Libro en un país sin lectores?”. Era el espacio mismo de la utopía. De la inverosimilitud. Y sin embargo él, que es una especie de ángel soñador y romántico encarnado en una entidad terrenal y pragmática, siguió adelante contra la adversidad. 

Incluso en dirección opuesta a la misma contrariedad que el día de la inauguración le varó el carro en el que se dirigía al recinto de ferias. Allí lo esperaban el presidente Virgilio Barco Vargas, Oscar Pérez Gutiérrez –la cabeza brillante de Corferias—y María Kodama, viuda de Jorge Luis Borges el poeta de los ojos interiores –a quien Valencia Jaramillo y su adorable esposa Beatriz habían paladeado con una cortesía y una hospitalidad casera muy propia de su donaire. 

El auditorio colmado e impaciente no intuía que mientras la espera desesperaba, con la calle 26 atiborrada y sin respiro Valencia Jaramillo había desabordado el auto. Gesticulando como un mimo angustiado, paró a un motociclista de la fortuna, que terminó descabalgándolo en el universo de Quinta Paredes. Con un aire de repuesto y animado por la voluntad que heredó del empuje del Ferrocarril de Antioquia, el creador de la feria terminó dando la largada al evento que en 2024 cumple 36 años. 

¡Han cambiado tanto las cosas! Otro mundo ha germinado en la cuna de la tecnología, aunque nuestra índole se niegue a abandonar la caverna. Son otros los lectores y otra es la dimensión del recinto en el que la FILBO estará desde el 17 de abril hasta el 2 de mayo, en una organización que todavía comanda el consagrado Andrés López Valderrama, mientras el gobierno adelanta el golpe de estado mediante la toma felona de la Cámara de Comercio de Bogotá. 

El rezago en el número de libros leídos por persona en nuestro país parece ser cosa del pasado. Según el estudio “Hábitos de lectura, asistencia a bibliotecas y compra de libros 2023”, realizado por la Cámara Colombiana del Libro e Invamer, el promedio es ahora de 6,91 libros por año. En 2017, era de 5,41. ¿Crecer libro y medio en seis años resulta deprimente o alentador?  

Corferias cumplirá 70 años el 8 de junio –qué hacer en este país de sangre corriente, si también ese día de 1954 el gobierno del general Gustavo Rojas Pinilla masacró a los estudiantes–, y su palmarés es explícito en el éxito de más de 60 ferias, 270 eventos, 2 millones de visitantes y 5000 expositores cada año 

La FILBO 2024 tiene a Brasil, por tercera vez, como país invitado. Se hablará de Inteligencia Artificial aplicada a la industria editorial. Y la programación es un río de conferencias y firmas de libros, una catarata de charlas y de convidados ilustres. Entre los cuales quiero mencionar, solo para mi propio gusto, a la casi élfica Irene Vallejo y al maestro Pablo D’ors, que se ha convertido con sus libros y parlamentos en una figura que vive en la popularidad, aunque su alma habite en la cofradía de “Amigos del desierto” y su mirada se enroque en el acontecer contemplativo de la vida cristiana. 

Como la concibió Jorge Valencia Jaramillo, mientras bautizaba recintos y pabellones con nombres de escritores famosos y figuras de la mitología infantil, la programación de la FILBO es para adultos, jóvenes y niños. Que se van a extasiar todos en el universo mágico del libro, mientras se mueven las rondas de negocios, porque no puede vivir el uno sin los otros. La feria está estrenando aplicación, que se puede bajar de APP Store y de Google Play, para escanciar en los smartphones el torrente de su programación. 

Cuando Jorge Valencia Jaramillo se bajó de la motocicleta que lo transportó y le llevó al auditorio donde lo esperaban con ansias, recordó el pavor que una ingrata experiencia familiar le había dejado hacia los vehículos motorizados de dos ruedas. Pero ya estaba ahí. Se acicaló y ordenó los papeles en los que plasmó a mano un discurso de apertura y bienvenida, en el que una pregunta que lanzó al auditorio hace 36 años sigue sonando hoy con la validez de un eco fatigoso: “¿Quién es más esclavo, me pregunto yo esta tarde, que aquel que no sabe leer o que, aun sabiendo, no lee y desconoce así el universo, todo el infinito que hay detrás de un libro?”