26 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El Contraplano: Unas sacadas de clavo por decreto

 

Por Orlando Cadavid Correa (foto) 

(ocadavidcorrea@gmail.com)

Si todavía hiciera parte de este mundo terrenal el consumado cronista político Iáder Giraldo, un “Lopólogo” por excelencia, no vacilaríamos en pedirle que nos sacara de esta duda:

¿Les cobró por ventanilla, de alguna manera, el entonces presidente Alfonso López Michelsen a los paisas la histórica rechifla que le propinaron en el estadio Atanasio Girardot, en el acto inaugural de los XIII Juegos Centroamericanos y del Caribe, en la tarde del 7 de julio de 1978?

Testigo de excepción del bochornoso episodio fue en esa unidad deportiva, repleta de espectadores, el canciller Indalecio Liévano Aguirre, quien acompañaba a su jefe en aquel amargo desplazamiento a la Bella Villa.

Iáder –el tambor mayor de “Los Gorilas”– sí era quien para decirnos si el astuto doctor López se habría valido de su poder para burlarse de los antioqueños nombrándoles personas de discutible representación en ministerios y gobernaciones.

El senador y jefe liberal paisa William Jaramillo Gómez, quien en privado solía apodar “Calígula”, por su perversidad, al ‘Compañero-Jefe’ del MRL, entendió como una sacada de clavo presidencial estas designaciones:

Los gobernadores  del  lopismo  fueron Óscar Montoya –a quien apodaban “Montoño”, un bobalicón que encarnaba magistralmente Guillermo Zuluaga, “Montecristo”, en  radio y televisión–, y el músico, compositor y  bohemio Jaime R. Echavarría.

Al ministerio de Trabajo fueron llamados  el mismo Montoya y la señora María Elena de Crovo, hermana  de Amparito Jiménez, una cantante de porros y cumbias. A su padre lo apodaban “Frito”, en Bello, porque se dedicaba a la venta de empanadas,  papas rellenas,  chorizos  y buñuelos en el zaguán de su casa, cercana a la alcaldía de la cuna de don Marco Fidel Suárez.  

Para la opinión maicera, en Medellín abundaban los personajes con mejores perfiles para los altos cargos que dispensaba desde Palacio el presidente, tratando de poner en ridículo a la raza de la dura cerviz.

Otros desencantados con  los decretos del doctor López: 1)  Al preferir para el ministerio de Trabajo a la controvertida señora  de Crovo, consoló con el viceministerio a don Liborio Chica Hincapié, quien le cuidaba su rebaño electoral en el departamento de Caldas. Preguntado por el autor de estas remembranzas si no se sentía subestimado, el veterano dirigente emerrelista manizaleño respondió: “Esas son decisiones del jefe que hay que respetar”.

2) En la mañana del 7 de agosto de 1974, día de la posesión de López Michelsen, llamó lleno de gozo al redactor Darío Agudelo, de RCN, el parlamentario Ramiro Andrade a contarle que iba a ser el primer gobernador del Valle del Cauca, en el “Mandato claro”.  El presidente le falló. Nombró a  Marino Rengifo, el rival  de Andrade.  La política es puerca.

3) A Iáder Giraldo tampoco le fue bien en la partija burocrática. Su ex compañero-jefe prácticamente lo desterró del país. Lo mandó de cónsul y encargado de negocios de Colombia, a Sofía, Bulgaria, en el centro de la península balcánica, lejísimos de “El Automático”, su muy amado tertuliadero del centro bogotano.  Allá, en la remotísima corbata diplomática, no hacía nada en las mañanas, y en las tardes se moría de tedio en los descansos.     

La apostilla; Alguna vez, antes de ser ministro por obra y  gracia de su presidente López, el gobernador paisa Óscar Montoya,  al verse  metido en un berenjenal sin salida, les dijo a los periodistas, en el medellinense  Palacio de Calibío: “Sepan que yo no daré nunca el brazo ni el pie a torcer…”.