26 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El Contraplano: Unas jornadas sin miedo  

 

Por Orlando Cadavid Correa (foto)

(ocadavidcorrea@gmail.com)

Este anecdotario recoge una serie de episodios vividos a lo largo del ejercicio de la profesión que abrazamos desde muy jóvenes y que por discreción, en la mayoría de los casos, nos habíamos abstenido de ventilar públicamente. Juzgamos, pues, que nos llegó la hora de sacarlos del anonimato, antes de irnos a cuadrar caja con el de arriba.

“Mano de Piedra” Echeverri. En el marco de los primeros 100 días del “Mandato claro” del presidente Alfonso López Michelsen, invitamos al presidente de la ANDI, Fabio Echeverri Correa, a hacer un inventario de la tarea del gobierno, en el programa “Frente a frente”, de RCN.  Sin pelos en la lengua, el dirigente gremial atacó al entonces ministro de Hacienda, Jaime García Parra, a quien culpó de todos los males que aquejaban al país, y llegó a sugerir que “estaba loco”. Muy molesto con el episodio, el propietario de la cadena radial, Carlos Ardila Lulle, nos ordenó que llamáramos al ministro a presentarle disculpas. Nosotros replicamos, con el debido respeto por el patrón, que quien debería llamar al ministro, si a bien tenía, era el doctor Echeverri y no el periodista. Finalmente, el ministro le dio la razón al entrevistador.

“El Pájaro”  merodeador. Recién desposados por lo civil, en República Dominicana, el magnate Carlos Ardila Lulle y Maruja Iragorri Hormaza, comenzó a merodear por la bogotana Torre Sonora, de RCN, el polémico reportero político Darío Hoyos, quien, al colapsar el reinado periodístico de “Los Gorilas”, trataba de trepar en algún medio de envergadura. La feliz pareja se inventó para “El Pájaro” (así lo apodaban sus colegas) el cargo de “asistente” de la dirección nacional de Radiosucesos RCN, cargo que el suscrito rechazó por perverso, innecesario y peligroso. Vino una racha de presiones, no sólo de don Carlos y doña Maruja, sino de toda la pesada de la Organización Ardila. Me cerré a la banda durante tres meses. Agotadas todas las instancias, encargaron al gerente general de la cadena, Óscar Bayter Posada, para que negociara conmigo. No acepté bonificación alguna, porque la dignidad no tiene precio, y renuncié irrevocablemente. Tal como estaba previsto, el correveidile de la “Casa Ospina” asumió mi cargo unos días después, y acabó con el noticiero en menos de un año.

Un ministro amordazador. Una fría mañana bogotana, un comando terrorista asesinó al exministro Rafael Pardo Buelvas mientras hacía ejercicio, en el baño de su casa, en una bicicleta estática.

La macabra primicia la obtuvo con su acostumbrada agilidad el periodista Héctor Rodríguez Villa. En mi condición de director del servicio informativo de RCN, contacté de inmediato al ministro de  Comunicaciones, José Manuel Arias Carrizosa, para consultarle si se podía difundir la noticia, pues el régimen turbayista ejercía un severo control sobre las noticias de orden  público. Respuesta seca de Arias: “Diga que Pardo murió, pero no diga cómo murió”, y colgó el teléfono. Nosotros soltamos el “Extra”, sin privarnos de decir que al exministro lo había ejecutado un comando terrorista. Al instante, llamó el ministro censor. Por haberlo desobedecido, amenazó con una  multa a RCN, la que nunca se produjo. No supimos por qué nos la perdonó. Amigos del régimen del corbatín dijeron que la orden salvadora vino de Palacio.

Don Pablo, el temible. En una emisión de 6 a.m. – 9 a.m., originada en Emisoras Nuevo Mundo, al referirse al temible capo Pablo Escobar, Yamid Amat le antepuso el calificativo de “confeso narcotraficante”, que le provocaba una enorme indignación al jefe del Cartel paisa.  En tono amenazante, don Pablo telefoneó al suscrito director de noticias Caracol en Medellín para exigirle que se rectificara en el acto esa especie, pues jamás le había confesado a alguien que fuese narcotraficante. Yamid optó por la salida más fácil: ofreció darnos cambio para que nosotros hiciéramos la aclaración. Esta fue nuestra respuesta: “Yamid, si Bogotá la embarró, Bogotá la desembarrará”. Y así fue. Hubo que repetir varias veces el desmentido caracolero por orden del “Patrón”.

La apostilla: Unos días después del episodio, don Pablo nos dejó una madrugada, a la entrada de la sede de Caracol Medellín, en el sector de Laureles, una carga de 50 kilos de dinamita, provista de mecha lenta para que los expertos en explosivos tuvieran tiempo de desactivarla. Así solía meterle miedo a los medios.