26 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Democracia liberal vs. populismo 

Jose Hilario Lopez

Por José Hilario López 

En un anterior artículo que titulé “Una ética para la supervivencia” me referí al libro “Los siete saberes necesarios para la educación del futuro” del gran pensador francés Edgar Morin, recibido por la comunidad académica como una luminosa auscultación del presente siglo. El futuro llegó y los dilemas son aún mayores, en especial por el cambio climático, mejor llamado el Cambio Global y las amenazas del populismo (https://juanpaz.net/una-etica-para-la-supervivencia/). 

Andrés Velasco, economista y politólogo chileno, actual decano de la Escuela de Políticas Públicas de London School of Economics, durante el Congreso de Asofondos celebrado hace poco en Cartagena, en una conferencia magistral disertó sobre los riesgos que está enfrentando la democracia liberal frente al avance mundial de populismo, en especial América Latina (https://youtu.be/NBg3yUxKG8M). 

Tanto Morin como Velasco coinciden en señalar la complejidad del mundo, hecho incontrovertible que exige diseñar políticas públicas que entiendan la diversidad de las sociedades humanas y la necesidad de construir consensos entre las diferentes opiniones que cada grupo social tiene sobre la realidad, hecho antropológico que caracteriza  las sociedades humanas y que conforma la base del pensamiento y esencia de las democracias liberales. A esto se opone radicalmente el populismo, “el nuevo fantasma que recorre el mundo”, que se ha estructurado sobre una racionalidad binaria, el bien contra el mal, rechazando la multiplicidad de matices y, por lo tanto, la posibilidad de acuerdos y consensos entre contrarios. Hoy por hoy la política no se reduce, como lo fue hasta finales del siglo pasado, tiempos de la caída del Muro de Berlín, a la confrontación de ideologías de izquierda y de derecha.  Ahora la polarización es entre el populismo, una estrategia, que no una ideología, para ganar el poder político y la democracia liberal. 

Ante la complejidad del mundo y el reconocimiento de la imposibilidad de llegar a verdades absolutas, los demócratas liberales buscan acercamientos con los contrarios para construir consensos, que permitan poner en marcha acciones orientados a la solución de conflictos y a la mitigación de las amenazas, que se ciernen sobre la coexistencia pacífica y los ecosistemas planetarios. Por el contrario, los populistas, tanto de izquierda como de derecha, ante su visión simplificadora que tienen del mundo, están convencidos de que sus ocurrencias son verdades absolutas, que de ninguna manera se pueden someter a discusión y que quienes las controviertan son sus enemigos, calificables como agentes de potencias extranjeras o con intereses ocultos, terroristas, neonazis, tibios…… Esto es lo que se está viviendo hoy en Colombia, México, Brasil, Perú, Argentina, Venezuela, Nicaragua y Estados Unidos, así como en varios países europeos y asiáticos. Propio de los regímenes populistas es el establecimiento de gobiernos de opinión, que imponen un mandato caudillista, sin los pesos y contrapesos que caracterizan las democracias liberales.  

Concretándonos a las políticas de protección de los ecosistemas en nuestro país, donde cada día parecen más remotas las posibilidades de consensos entre los que promueven la conveniencia de explotar hidrocarburos no convencionales mediante  técnicas controladas de fracking y los que rechazan esta oportunidad de incrementar nuestras exiguas reservas petroleras y gasíferas y que, además, prometen suspender las exploraciones de hidrocarburos convencionales, así como entre los impulsores de centrales hidroeléctricas con embalses y los que de plano rechazan estos proyectos. En lo relativo a la implementación de los acuerdos de paz y las reformas que requiere el campo en materia de tenencia de la tierra, necesaria para detener la deforestación de la selva amazónica y avanzar en la construcción de la anhelada Paz, tampoco se han podido implementar acciones concretas, lo mismo que lograr la aprobación del Acuerdo de Escazú, fundamental para la protección de la vida de los lideres ambientalistas. 

Volviendo Morin veamos un muy apretado resumen de sus propuestas: 

1. Trabajar por lograr una educación que cure la ceguera del conocimiento. “Es necesario combatir tanto la ceguera (el no saber) como la desaforada ilusión (creer que se sabe con certeza)”. Hay que ser humildes ante el conocimiento, estar siempre abiertos al cambio y a la revisión crítica de nuestras ideas, ninguna teoría está inmunizada para siempre contra el error.  

2. Evitar la fragmentación del conocimiento. La técnica y las ciencias aplicadas requieren la mirada humanista para que las unifique, lo que significa una educación capaz de enfrentar la progresiva diversificación del saber. 

3. Entender la condición humana, reconociendo su diversidad cultural. Al igual que cualquier otro conocimiento, el del ser humano también debe ser contextualizado en su complejidad y diversidad. 

4.  Entender la identidad territorial de los grupos humanos. Somos seres producto del terruño donde nacimos y nos criamos, pero también somos seres de la especie. 

5. Aceptar la incertidumbre como constitutiva del acontecer histórico. La educación debe hacer suyo el principio de incertidumbre, pero no sólo sobre el futuro. Existe también la incertidumbre sobre la validez del conocimiento. Y existe, sobre todo, la incertidumbre derivada de nuestras propias decisiones. Nos hemos educado en un sistema de certezas, pero nuestra educación para la incertidumbre ha sido deficiente. “Navegamos en un océano de incertidumbres en el que hay algunos archipiélagos de certezas, no viceversa». 

6. Promover la comprensión, entender la incomprensión. Creer tener la razón no basta. Una tarea fundamental de las políticas públicas debe ser la de educar, no sólo para transmitir conocimientos positivos, sino para entender al otro, que muchas veces escucha con recelo lo que a nosotros nos parece evidente. 

7. Asumir una ética antropocéntrica. Para entender “Los siete saberes necesarios para la educación del futuro” se requiere empezar a pensar por cuenta propia. Una vez asumido este compromiso, nos aguarda una tarea que podría parecer desproporcionada, pero que ante el incierto destino se ha vuelto imperativa: cambiar el mundo, cambiándonos primero nosotros mismos. 

Sigamos con Velasco y lo que nos propone para enfrentar el populismo y fortalecer la democracia liberal en América Latina. 

Para impulsar el desarrollo regional se requiere crear nuevos sectores productivos, incluyendo industrias de alta tecnología. 

El problema de la desigualdad es la causa principal de los desequilibrios sociales y el mayor impedimento para el ejercicio de la democracia liberal. Para avanzar en la lucha contra la desigualdad hay que centrarse en el empleo, en particular en la creación de empleo para las mujeres y los jóvenes.  

Pero está claro que las soluciones propuestas por Velasco no se limitan únicamente a la política, ya que también incluye, entre otros, elementos antropológicos, uno de los cuales es la gran desconfianza popular en las élites políticas  

La política gira en torno a narrativas e identidades, pero hay muchos líderes liberales que no han logrado comprender esta realidad. Los humanos no vivimos sólo de soluciones tecnocráticas. Se necesitan líderes reformistas que puedan entrelazar las reformas propuestas en una narrativa convincente, que nos permita entender porque sus propuestas son las más adecuadas para cada circunstancia, aprendizaje y prácticas que parecieran faltarles a los políticos socialdemócratas. A propósito, Velasco les recomienda buscar como llegar al imaginario emocional de las grandes masas de población, una sana estrategia comunicativa, aplicable también a los lideres ambientales. Miremos no más el caso del debilitamiento que durante el actual proceso electoral colombiano está padeciendo la Coalición Centro Esperanza, lo que nos condena a prolongar la polarización y peligrosa confrontación entre populismos de izquierda y de derecha