26 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Dejar huella

Por Carlos Alberto Ospina M. (foto)

A “toallazos” sacó de la cancha Osvaldo Juan Zubeldía al mediocampista Eduardo Julián Retat. El gesto de autoridad del director técnico del Atlético Nacional (1976 – 1982) fue reconocido y aplaudido por el público asistente al estadio Atanasio Girardot de Medellín. Lejos de las majaderías de la actual corriente de indignados, siendo un niño, percibí en este acto de Zubeldía la capacidad de adaptación, la intención de pacificar los ánimos, el respeto a la camiseta y los límites entre la calentura del juego y el objetivo general del equipo de fútbol. Ese día en particular, mi padre, nos llevó a formar fila desde la 10 a.m. para poder ingresar a la recién construida tribuna oriental: “hijos, hay que madrugar a hacer cola”. 5 jóvenes hermanas mayores, los 3 niños de la casa y 9 fiambres para la larga espera componían el equipo de fútbol del varón antioqueño. A semejanza floreció la barra “Oriente verde” en torno a la gallada del periodista Ramón o a la inversa, “los Ospinas”, se acomodaron en el sitio donde la pasión abrigaba camarería y felicidad.

“Papá, ¡qué bien que Zubeldía sacó a Retat!”, afirmé sin aspaviento. A lo cual respondió: “Sí, Eduardo Julián se dejó llevar por la rabia. Estábamos con 9 jugadores y es tan bruto que se hizo echar. Hijo, no solo perdimos el partido, sino qué pena traerlos al estadio a ver violencia, en lugar de diversión. No encuentro la explicación para que se destruyan las rodillas o payaseen. A veces, pienso que el único honesto en el fútbol es el balón… ¡y eso que con los años le podrán algo para manipularlo”. De manera precisa con el tiempo percibí aquellas palabras como sentencia y premonición. En cuestión de minutos varias lecciones de vida e imágenes pasaron por las retinas de mis ojos. (Lea la columna).