@eljodario
Este fin de semana me tocó oír la enverracada que en contra mía se pegó el gobernador de Nariño llamándome despótico, grosero y mal informado. La razón de su emputamiento obedece a que critiqué públicamente, desde este modestísimo balcón, su accionar independiente del orden constitucional de emprender conversaciones con el ELN en su departamento, hasta el punto de obligar a congelar las negociaciones que Petro y su delegación realizaban en La Habana.
Amparado en el sospechoso silencio de la Casa de Nariño y del ministro del Interior, y de la Procuradora, que no le dijeron nada y se tragaron el salto anticonstitucional, el gobernador se envalentonó contra mí. Acepto que tiene tanto derecho a calificarme como yo lo tuve de criticarle, pero lo que sí no voy es a discutir a estas horas de la vida con quien evidentemente se siente ofendido porque le recordé que tamborilea el idioma y no sabe buscar en el diccionario virtual de la RAE el verdadero significado de la palabra barcino.
Si se mirara al espejo y se reconociera a sí mismo, se sentiría orgulloso de lo que es, no avergonzado y mucho menos ofendido. Y, por supuesto, le recuerdo que los que él llama despóticos y groseros no somos los ancianos escritores como yo, sino gentes como el mismo gobernador de Nariño quienes en ejercicio de sus cargos olvidan la Constitución y con espíritu torvo intentan implantar un nuevo orden en la pretendida búsqueda de la paz.
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