@eljodario
Desde que la anarquía irresponsable del internet y los algoritmos comenzaron a regir las relaciones entre los seres humanos se nos ha crecido la sensación de que nos mienten cada vez más o que nos controlan como si fuéramos boboides y, como tal, a su vez hemos ido aumentando las veces que nos preguntamos si podemos creer todo lo que sale en las pantallas.
A raíz de la guerra de Putin contra Ucrania ni el más fino colador de cocina nos permite separar la verdad de la mentira. Y si se acude a las páginas de Youtube, donde aparecen las noticias financiadas evidentemente por uno y otro lado, quedamos más enredados que bulto de anzuelos. No sabemos quién va ganando o perdiendo la guerra. Menos si podemos creer que Putin tiene un cáncer de estómago o si el ejército ucraniano existe o es un fantasma porque nadie deja ver fotos de tanques, batallones o destacamentos obedientes a Zelensky.
Viendo y oyendo lo que dicen unos y otros no podemos creer que las medidas económicas ordenadas por Biden y la Otan han golpeado seriamente a Rusia porque a cada momento nos damos cuenta que, cual sábalo, Putin ha resultado tan liso que siempre tiene salidas para escapar del cerco bancario y, más bien empezamos a creer que esas medidas de bloqueo van a resultar siendo un tiro en el pie de gringos y europeos.
Y aquí en Colombia, tampoco estamos lejanos de ese enfrentamiento día a día, minuto a minuto con la verdad hasta hacernos dudar si nos estamos empanicando o volviendo paranoicos.
Por un lado, nos dicen y repiten que Petro predica la expropiación social de bienes e ilusiones al más viejo estilo leninista. Por otro, que Fico es parte integral de la Oficina de Envigado o que llegará a gobernar tan impreparado como lo fue Duque en su momento.
En cada curva hay un tuiterazo, una wasapeada o un mensaje de face que nos demuestra las atrocidades de los candidatos, pero casi nunca hay un punto de equilibrio o una auditoria de verdades y mentiras.
La prensa, la radio y la televisión ya no son la palabra de Dios, como lo era El Tiempo cuando el doctor Eduardo Santos existía.
A duras penas estamos alcanzando a sobreaguar en medio de tanta sapiencia tendenciosa para preguntarnos una vez más, si la patria seguirá existiendo después de las elecciones presidenciales o si seguiremos vivos después del 6 de mayo, cuando uno de tantos asteroides que roce la tierra dizque nos desbaratará.
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