3 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Crónica 27 del maestro Gardeazábal: “A palos de ciego no se ataja el hambre”

@eljodario

El maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal, dice que escribirá sus crónicas del enchuspado hasta el 31 de mayo, cuando termina la casa por cárcel decretada por el Gobierno para los mayores de 70 años. Esta se lama “a palos de ciego no se ataja el hambre”.

Los días corren y no hay una medida palpable que llene de esperanza a tantos empresarios, grandes, medianos o pequeños que ya no tienen caja para seguir funcionando una semana más. El gobernante no le ha pedido al Banco de la República un préstamo suficiente (respaldado por los ingresos futuros de impuestos de la DIAN) para darles a todas las empresas un subsidio igual a un 100% de la nómina según el último registro mensual de la PILA.

Se siente ya el desespero en algunas barriadas de Suba y de Ciudad Bolívar, igual al que se palpa en las calles de Barrancabermeja, en las de Mandela en Cartagena o en Potrero Grande en Cali. Es el desespero que da la proximidad del hambre.

Y el gobernante sigue creyendo que repartiendo míseros mercaditos a muy pocas familias o que aumentando teóricamente en 160 mil pesos la mesada a los 3.0 millones de hogares escogidos como  ”familias en acción” van a generar tranquilidad y no la envidia de los otros 3.0 millones de hogares angustiados que no reciben nada.

Los días corren, el hambre se siente y el gobernante, atragantado en el criterio asistencialista de la caridad cristiana no se atreve a endeudarse más o a decretar una emisión de billetes para no dizque romper la regla fiscal.

Prefirieron que el Banco de la República le inyectara por desencaje 9 billones a los bancos para que los presten al 33% y se les olvidó que esos mismos  billetes se los podían haber prestado al gobierno para que otorgara un subsidio de $1.000.000 a cada uno de los 9 millones de colombianos inscritos en el nivel 1 del Sisben.

De ese  mismo listado del Sisben que saben administrar las alcaldías y no el pimpollo centralista de Planeación Nacional. Del mismo Sisben que ha servido para que Colombia pueda ofrecer hoy servicio de salud universal y no restringida como en los Estados Unidos, donde la están viendo verde por avaros y racistas.

La crisis es mundial, pero en Colombia podemos saltarla y aventarnos al futuro protegiendo lo nuestro.

Tenemos que volver a ser un país que cultiva su propia comida y no que la importa. Tenemos que cambiar la dieta, volver a comer el plátano y el arroz y la papa y la cebolla y el tomate que sembramos.

Nos llegó el momento de ser un país en donde el turismo lo podremos acostumbrar a que se haga en las carreteras y playas colombianas.

Solo basta con que se prohíban por tres años los vuelos internacionales de pasajeros, como lo han logrado hacer por estos dos meses sin que se le reviente la pajarilla a nadie.

El empleo hay que salvarlo salvando las empresas. El hambre hay que evitarla usando la imaginación y las reservas del Banco de la  República.

El país no se puede morir esperando que los banqueros se decidan a colaborar o que Trump se acuerde que aquí existe una colonia llamada Colombia a la que no solo hay que perseguirles sus narcotraficantes o usarla de comodín contra Venezuela sino salvarla del hambre.

Nos tocó volver a sentirnos colombianos, a vestirnos con la ropa que sabíamos fabricar y a pensar como sobrevivientes, no como humillados perdedores en la batalla contra una peste miserable.

Pero por favor no den palos de ciego. Así no se ataja el hambre.

Escuche la crónica del maestro Gardeazábal