25 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Contracorriente: Se nos fue el guardián del idioma

Ramon Elejalde

Por Ramón Elejalde Arbeláez 

 Este veintiuno de julio, a la edad de setenta y cinco años, nos dejó Gabriel Escobar Gaviria, purista del lenguaje, defensor del bien hablar y escribir. Gabriel libró varias batallas buscando la correcta utilización de nuestro idioma, la más difícil de todas fue la defensa del verbo poner, tan venido a menos por la “colocadera” que se padece en Colombia, aún por personas que se dicen cultas y doctas. En esa inútil batalla contó con escuderos como Juan Gossaín y el suscrito, que en ocasiones garrapatea escritos sobre el tema. Tremenda frustración se debió llevar nuestro cazador de gazapos a la tumba, con lo frustrante de esta lucha.  

Gabriel sostuvo por más de treinta años unas ilustrativas columnas donde hacía públicos los gazapos cazados en los medios de comunicación o en obras escritas. En El Espectador escribió la columna Gazapera bajo el seudónimo de Sófocles y en El Colombiano y otros medios regionales otra con el nombre de Vista de Lince, con el seudónimo de Abel Méndez. No creo que la sonoridad de sus apellidos, que nada tenía que ver con el personaje tristemente conocido, hubiese sido definitivo en escribir bajo seudónimo. Tenía pluma ácida y contundente, escribía con fluidez, pero con una inusitada sencillez a pesar de sus profundos conocimientos del español. Era poseedor de una agudeza visual al leer y de allí el nombre de su columna Vista de Lince y su especialidad en cazar los yerros en los escritos.  

Gabriel fue un versado ingeniero eléctrico, graduado en la Universidad Pontificia Bolivariana, que desplegó su actividad profesional en la Empresa Antioqueña de Energía –EADE-. Ejerció también durante un tiempo su profesión y también sirvió de corrector de estilo de la ya desaparecida revista Cambio, lugar donde obtuvo su jubilación. Le sacó tiempo a la política y ofició como Liberal de bandera roja en mano y canto a grito partido de las notas del himno rojo. Tenía como pasatiempo escribir pequeñas anécdotas de barrio o de pueblo, que publicaba en una página web que sostenía con religiosidad y actualidad. Gustaba de la historia, las genealogías y de la música antigua. Amaba con pasión a su natal Sopetrán y se sumaba voluntario a todas las actividades cívicas de su pueblo. Gozaba de las tertulias en las que discurría sobre los temas de su dominio y de actualidad y siempre lo hacía con respeto y ponderación. 

Fue Gabriel Escobar Gaviria un ser humano increíble, a quien el covid le dejó secuelas que lo llevaron a la muerte, seguramente para protegerlo de días negros que se le avecinaban por una enfermedad degenerativa que también el virus le había originado. La muerte le impidió sufrir tiempos de olvido total y ausencia en vida. Para quienes nos preciamos de su amistad, la noticia fue devastadora. 

Quiero contarles a mis lectores que Gabriel, religiosamente, era el corrector de mis columnas desde hacía treinta años. Por cortos períodos dejó de hacerlo y allí ese oficio lo ejerció el amigo Javier Cardona Castrillón. Hace tres semanas le envié mi columna y no recibí respuesta. A los ocho días repetí el envío y el silencio fue total. Este miércoles un trino de la periodista Elbacé Restrepo González, igualmente gran amiga de Gabriel, me explicó la terrible razón de los silencios de Gabriel. Paz en su tumba, sus amigos lo llevaremos en el alma.