3 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Contracorriente: Doña Verónica Alcocer

Ramon Elejalde

Por Ramón Elejalde Arbeláez

Verónica del Socorro Alcocer García, esposa del presidente Gustavo Petro Urrego y por lo tanto primera dama de Colombia, es, además de una mujer muy bella, sencilla, alegre, irreverente, espontánea, desprovista del boato propio de la dignidad que ostenta y cercana a la gente.

Hace un poco más de cuarenta y seis años nació en Sincelejo en un hogar de padres de formación y militancia conservadora. Estudió jurisprudencia en la Corporación Universitaria del Caribe, carrera que no concluyó y donde conoció a su esposo. Es la madre de Sofía y Antonella Petro Alcocer y de Nicolás un joven producto de una relación anterior, que ha sido oficialmente adoptado por Gustavo Petro. 

La presencia de doña Verónica en la Casa de Nariño produjo un terremoto en los acartonados protocolos que allí se estilaban para la vida de las primeras damas. Los esquemas conocidos fueron reemplazados por actuaciones más cercanas al pueblo, llenas de la alegría que la nueva inquilina de la casa presidencial, les imprimió a todos sus actos.

Esta novedosa y refrescante ruptura ha producido los lógicos resquemores en algunos sectores de la oposición, quienes no toleran que esta agraciada dama descienda de ese lugar aislado donde se pretende mantener a los dioses humanos, generalmente de barro. Ella, siempre dama, siempre observando la compostura, ha preferido compartir de cerca con los obreros de las fábricas, la gente sencilla y creativa que laboran artesanías, los bailadores de los festivales, los niños de escuelas y colegios, en fin, con el pueblo, su pueblo.

La dignidad que representa sigue incólume y ella sigue siendo una primera dama cercana, de carne y hueso a quien la gente puede tratar y compartirle sus angustias y sus querencias. A Verónica pareciera que su cuerpo le quedara pequeño para tanta vitalidad, tanto amor, tanta expresividad. Es una mujer fuera de lo común. Sinceramente, en vez de descalificaciones debe merecer nuestro reconocimiento.

En muchos videos se puede apreciar a Michelle Obama bailando, en ocasiones en el programa de Ellen DeGeneres o bailando Uptown Funk o cuando lo hizo con una niña de dos años o cuando celebró sus cincuenta y ocho años de edad. Nadie osó en los Estados Unidos tratar a tan espectacular mujer de brincona o adjetivos parecidos o peores. Fue la admiración y esos videos son virales en redes sociales.

Iván Duque, siendo presidente o candidato, bailó, cantó, tocó guitarra e hizo cabecitas y muy pocos osaron descalificar estas prosaicas presentaciones. Solamente a Verónica Alcocer le cobramos, sin piedad, su empatía con la gente.

Injusto lo que hacemos. Hemos ideologizado toda la vida nacional. Las ideas, las personas, las obras, el deporte, la cultura, todo, lo miramos desde la óptica de nuestro pensamiento. Al contrario, lo descalificamos, no importa lo que diga o haga. El pensamiento diferente debe mejorar las cosas, no anarquizarlas o condenarlas.

Miremos a doña Verónica Alcocer como lo que es, una primera dama fuera de lo común.