25 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Contracorriente: Colombia, ¿qué te sucede?

Ramon Elejalde

Por Ramón Elejalde Arbeláez 

Varios acontecimientos de los últimos días, que han sacudido a la opinión pública, llevan a pensar que algo carcome nuestros cimientos como democracia, en pleno siglo XXI. Miremos algunos de esos hechos que asombran y preocupan: 

Un grupo de veintiséis congresistas, afiliados a varios partidos, presentó un proyecto de acto legislativo que pretendía ampliar los actuales períodos del presidente, congresistas, gobernadores, alcaldes, magistrados de altas cortes, procurador, contralor y registrador. Una verdadera piñata y un despropósito sobre el cual ya había escrito un artículo anterior, en este mismo medio. Fue tan contundente la reacción de toda la ciudadanía que a los padres visibles del adefesio no les quedó más remedio que renunciar a la propuesta, hasta dejarla huérfana y sin posibilidades de ser tramitada, por carecer del número de proponentes exigido para que la iniciativa fuera considerada. Una idea descabellada, inconstitucional, torpe y políticamente incorrecta. La opinión, en su inmensa mayoría, llegó a calificarla de un intento de golpe de estado. Desde el mismo Gobierno se descalificó la iniciativa. 

 El siempre ponderado doctor Camilo Gómez Alzate, director de la Agencia Nacional de Defensa Jurídica del Estado, tomó la inédita y sorprendente decisión de recusar a varios magistrados de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y retirarse del juicio en el que se tomarían decisiones sobre la responsabilidad del Estado colombiano por las agresiones y violencia sexual contra la periodista Jineth Bedoya, que lleva más de veinte años buscando justicia para su dramático caso. En este acontecimiento, las investigaciones de la misma víctima llevaron a que la Justicia diera con los dos autores materiales del hecho, pero jamás ha sido posible señalar a quienes determinaron el suceso. Jineth, fuera de su lucha para encontrar a los responsables de su desgracia, lleva más de una década dirigiendo la campaña No es hora de callar, buscando que las víctimas denuncien las agresiones. De tal magnitud fue el rechazo mundial a la decisión colombiana, que la muy reputada y reconocida World Association of News Publishers (WAN-IFRA), Asociación Mundial de Editores de Noticias, fundada hace setenta y dos años para proteger la integridad de los periodistas, protestó por la decisión del Gobierno colombiano de retirarse de la audiencia. En este evento sucedió lo que tenía que suceder: el miércoles diez y siete de marzo, la Corte IDH rechazó como inadmisibles las alegaciones de Colombia y determinó que seguiría conociendo el caso hasta su terminación. Mala salida la del Gobierno, más cuando hacía pocos días había obtenido en rotundo éxito en un Tribunal Arbitral Internacional que desestimó una demanda por casi cinco billones de pesos que hace unos tres años había interpuesto la firma española Naturgy, antes llamada Gas Natural Fenosa por la intervención que el Gobierno realizó en Electricaribe. Cambiamos un triunfo por una derrota.  

Me haría interminable explicando otras noticias que nos deberían avergonzar y el espacio del artículo no me lo permite:  

  1. El asesinato de la líder indígena María Bernarda Juajibioy y su nieta Jazzlin Camila Luna Figueroa. La indígena era alcaldesa del Cabildo Camentzá Biyá. Su muerte se suma a los más de treinta y dos líderes sociales y defensores de derechos humanos que han caído víctimas de las balas asesinas en este año.  
  2. La propuesta de permitirles a los colombianos portar armas, supuestamente para defenderse del crimen.  
  3. La picaresca observada en algunos procesos de vacunas, que dejan mucho que pensar.  
  4. El doble anuncio de presentar por un lado una reforma tributaria para recaudar algunos billones que hacen falta para enderezar el rumbo económico del país, pero por otro lado el de comprar varios aviones de guerra de última generación, a un costo superior a los catorce billones de pesos.  
  5. Asfixiar más a los colombianos para comprar reales máquinas de guerra, para emplear palabras muy de moda entre nosotros.