26 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Confesiones de un viejo

Jose Hilario Lopez

Por José Hilario López 

Entrado ya en la última etapa de mi vida, creo que he vuelto de nuevo a creer en un principio superior, un Ser Superior como cada uno de nosotros lo entienda, como suelen invocarlo los alcohólicos anónimos al inicio de sus reuniones.   

Aquí quiero compartir mis reflexiones sobre la soledad y la muerte, a lo cual me ha incitado el libro “El arte de la soledad” del filósofo budista inglés Stephen Batcheler, así como la relectura de los “Ensayos” de Michel de Montaigne, uno de mis autores preferidos y de la “Apuesta por Dios” de Blaise Pascal.  

Para Batcheler el estar a solas con uno mismo es quizá la más intensa y profunda experiencia humana. Pasar el tiempo en lugares que permitan el contacto intimo con la naturaleza, apreciar y hacer arte, practicar meditación, participar en retiros espirituales y entrenarse para mantener una mente abierta e inquisitiva, contribuyen a capacitarse para estar sólo y en paz, el mayor aprendizaje que, en este mundo inundado por las redes sociales y las falsas noticias, más necesitamos, en especial los que ya entramos en la etapa de rendición de cuentas. El resultado de vivir la soledad como un arte es lograr una meditación luminosa, que nos “desvele un espacio lúcido de libertad y descubrimiento. Un camino directo al centro del ser, donde resplandece el misterio de la propia condición humana”.  

La muerte y lo que pueda haber en el más allá es el mayor misterio de la vida. Un misterio tanto para las creencias espirituales en la otra vida como por la convicción materialista, de que después de la muerte no hay nada, en absoluto. Para Batcheler es mucho más facilista tener una opinión sobre lo que sucede después de la muerte, que honrarla como un misterio. Esperar ser lo suficientemente consciente a medida que uno se acerca a la muerte, para poder respetar este misterio que permita mantener una mente totalmente abierta respecto a lo que podría o no venir después. La muerte no es sólo un hecho cierto que nos espera, sino una posibilidad inmanente en cada instante de la vida. Paradójicamente, cuanto más consciente seamos de que cada respiración puede ser la última, más intensamente consciente te vuelves de lo maravilloso que es estar vivo.   A lo anterior, Montaigne agrega que quien le tenga miedo a la muerte de nada le sirve todo el conocimiento que haya logrado acumular en su vida.  

Ahora paso a referirme a Blaise Pascal, el gran filósofo y matemático francés y a su famosa y controvertida “Apuesta por Dios: ¿Por qué es mejor creer?”. Pascal ha sido una de las mentes más lúcidas del mundo occidental, quien entre otros aportes formuló revolucionarios principios en el campo de las matemáticas, tales como como la teoría de la probabilidad, de gran valor para el estudio de la estadística, así como su teorema geométrico y el llamado “Principio de Pascal”, que establece que los líquidos transmiten presiones con la misma intensidad en todas las direcciones.  

En la última etapa de su vida, Pascal centró su interés en la espiritualidad y se refugió en la vida ascética, dedicada a meditar sobre los misterios del más allá. “La Apuesta por Dios” es un razonamiento de su madurez, basado en la ley de probabilidad, y que lleva a la interesante invitación implícita: “Si Dios no existe, uno no pierde nada al creer en él, mientras que, si existe, uno pierde todo por no creer”. Desde otro ángulo, la ‘Apuesta por Dios’, se pregunta qué debe hacer una persona que, no estando convencida de la existencia de Dios, duda también de los argumentos de los ateos y teme, por lo tanto, que su duda lo prive de la salvación. Apoyándose en la teoría de los juegos, Pascal concluye que es mejor rodearse de un ambiente religioso e intentar creer, porque la ganancia que podría alcanzarse es siempre mayor que la posible pérdida.  

La argumentación de Pascal analiza cuatro escenarios:  

  1. Puedes creer en Dios; si existe, entonces irás al cielo. Ganas  
  2. Puedes creer en Dios; si no existe, entonces no ganarás nada. Tampoco pierdes  
  3. Puedes no creer en Dios; si no existe, entonces tampoco ganarás nada. Nada pasa  
  4. Puedes no creer en Dios; si existe, entonces lo perderás todo. Pierdes 

    Como remate a su “Apuesta por Dios” concluye: 

     ‘Estudiemos las posibilidades: «Dios existe» o «Dios no existe». Yo le doy a usted la oportunidad de tener un 50 % de posibilidades de tener razón y usted me concede a mí que tengo la razón, o sea que estoy en lo cierto, en otro porcentaje igual. ¿Cuál nos ofrece mayores garantías de acertar? Veamos, le dijo al amigo; “Después de una vida más o menos prolongada ambos morimos y somos enterrados en el mismo cementerio. Supongamos que el día de la resurrección se descubre que Dios es real. Yo he ganado y usted ha perdido, nada menos que la eternidad feliz. Ahora: Supongamos que no hay resurrección y Dios no existe. Usted ha ganado, pero no le sirve de nada, porque nos espera la nada: en esta opción usted también lo ha perdido todo y yo no he perdido nada. Por este sencillo cálculo de probabilidades, si apuestas por Dios lo ganas todo y si apuestas por la no existencia de Dios o nada ganas o lo pierdes todo. 

    Y finaliza Pascal: “¡Dios existe! Es no sólo una probabilidad matemática, sino una vivencia que hace feliz a quien la tiene”. 

    El viejo que aquí escribe pasó de ser un fervoroso católico, la educación que recibió de su madre, que su padre, un agnóstico de siete suelas y liberal respetuoso y tolerante, facilitó. De allí pasó a presumir un ateísmo intolerante, que más tarde, con el paso de los años, se fue moderando hasta llegar lo que creo ser ahora: un creyente que cree creer. 

    Como soy ahora me siento tranquilo y con Pascal estoy comprometido con “La Apuesta por Dios”, sin miedo a la vida ni a la muerte.