2 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Con razón tan atravesados

Claudia Posada

Por Claudia Posada (foto)

“Antes, los bochinches que la extrema izquierda realizaba contra el Gobierno del Presidente Duque, eran brutalmente censurados por la extrema derecha. Ahora, con el gobierno de la extrema izquierda, la extrema derecha cambió el discurso de los argumentos por el discurso del bochinche.  La extrema derecha, para vengarse, se transformó en la líder de los mismos bochinches usados por la izquierda en el pasado” (Negrilla del original). Dice Luis Pérez Gutiérrez, exgobernador de Antioquia y exalcalde de Medellín, en uno de sus párrafos de la columna de este 16 de julio en El Correo, titulada Colombia: el País del bochinche.

“Bochinche” es una de esas palabras de las que se echa mano coloquialmente y que ilustra muy bien lo que tal vez sin ella, necesitaría amplia perorata para describir una “Situación confusa y desordenada, en especial si va acompañada de ruido, voces y alboroto” (según algunos diccionarios). Resultó genial sin duda, cómo el político, refiere el enfrentamiento que nos está generando tanto malestar y hastío, al cobijar la pobreza argumentativa y la liviandad que envuelve el modelo de oposición que viene imponiéndose, con la delicadeza de una palabra que no hiere, que no es un insulto. Y recordando que se trata del rumbo del país, Pérez Gutiérrez dice en algún otro párrafo: “La idea más grande e innovadora es hacer bochinches”.

Con mucho sentido comúnLuís Pérez enumera las expresiones bochinchosas de las pugnas que a nada bueno conducen. Somos muchos los colombianos que nos identificamos con sus planteamientos, porque precisamente los bochinches que arman en redes sociales, en debates de muchísima importancia para el destino de los colombianos pero que han caído a pugilatos macilentos -por la poca calidad humana e intelectual de sus protagonistas- y en medios de comunicación incendiarios, nos tienen mamaos.

Cómo hacen de falta las frases contundentes que nacen de la inteligencia para hacerse sentir ante los ciudadanos, sin ordinariez, sin arribismo, con prudencia de sabios. Cómo extrañamos el talente de lideres políticos que supieron controvertir con altura, respeto, cordura, pero de manera categórica gracias al buen juicio. La moderación no es falta de liderazgo. El seso no se demuestra con ramplonería; la tosquedad no es sinónimo de temple.  Y muchísimo menos saber decir: Sí, de acuerdo, es flojera. Tanta impertinencia, particularmente en la oposición al gobierno nacional del Cambio, la misma que pudo haberse presentado en el anterior, en el de Duque, es sencillamente atravesarse con el único propósito de impedir avances de buena acogida y conveniencia social; clara muestra de manipulación al mismo presidente y al pueblo colombiano. ¿Pero por qué al gobierno Duque, desde la oposición que también tuvo, no se le atravesaron incesantemente como hacen con el de Petro? Simplemente porque no le dieron ninguna importancia. Por donde iban, iban. A lo que iban, iban.

 Petro ha dejado ver su sensibilidad; además, no tiene escuderos ni “pararrayos osados”, así que de ello se están aprovechando. Al ministro de Defensa, Iván Velásquez, se la montaron; armaron un bochinchero por su declaración espontanea con respecto a la Sargento secuestrada en Arauca por el ELN, al comentar que “fue imprudente”; ¿qué de malo hay en esas palabras?  ¿Cuál es el sinónimo de “imprudente” que les hubiera gustado para significar el riesgo de viajar por tierra con niños en zona de conflicto armado? ¡Ninguno! ¿Por qué? ¡Porque se la montaron! Y como en ministro Velásquez es discreto y ponderado, para fregarlo están las lenguaraces.

Tremendo bochinche se armó porque Petro fue a la Guajira y desapareció unas horas agendadas con compromisos allí. Oí a unos periodistas en tono bastante altanero exigirle que dijera la verdad. Parece que la verdad son sus dolencias estomacales, por lo que le cayó malísimo el plato de carne de chivo -muy común en las comunidades indígenas de aquel departamento- que comió en alguna visita dentro del recorrido oficial. Está bien que los periodistas indaguen, pero no tiene que ser poniéndole tono de “estoy que te cojo”.

Definitivamente “lo cortés no quita lo valiente”; para disentir no hacen falta las ironías el cinismo y el irrespeto.  Discrepar enriquece las democracias; divergir ayuda a que se aclaren confusiones y por lo tanto aporta al dialogo si es, claro está, que se quieren beneficios colectivos.  La búsqueda permanente del bienestar común es razón de ser de la política; si para ejercerla lo que se pretende es satisfacer intereses particulares, con razón tan atravesados.