25 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Ciencia y tecnología como instrumentos de dominación

Jose Hilario Lopez

Por José Hilario López 

A raíz de del interesante debate que ha suscitado el profesor Moisés Wassesman, en torno a la propuesta del Pacto Histórico de incluir en el patrimonio científico nacional los saberes de los pueblos indoamericanos y afrodescendiente, al cual me referí en anterior columna, quisiera ahora tratar de ver como la ciencia y la tecnología pueden ser utilizadas como instrumentos de poder, lo que le han permitido al mundo desarrollado imponer su dominio sobre los pueblos del sur. 

El ingeniero Francisco Restrepo Gallego en su magistral conferencia dictada en el reciente VI Seminario SAI sobre Centrales Hidroeléctricas, refiriéndose a los avances en la investigación sobre energía termonuclear de fusión  que adelanta el Instituto Tecnológico de Massachussets(1), y a la posibilidad de que en un futuro pueda ser posible instalar en la atmosfera terrestre una especie de estrella artificial, capaz de suplir de manera inagotable y limpia toda la energía que requiere la humanidad,  anticipó que esta energía, por su elevado costo, sólo sería accesible para los países ricos. 

Empiezo por algunas necesarias precisiones y referencias históricas sobre la relación entre ciencia y dominación.  

Se entiende por ciencia aquella esfera de la actividad de la sociedad, cuyo objeto esencial es la adquisición de conocimientos acerca del mundo circundante. La tecnología, por su parte, constituye aquel sector de la actividad de la sociedad empeñada en la modificación del mundo circundante. 

El primero en señalar la relación entre poder y conocimiento fue el Imán Alí (599-661). En el libro Nahj Al-Balagha del siglo X se le atribuye el dicho de que “El conocimiento es poder y puede suscitar obediencia. Un hombre de conocimientos puede hacer durante su vida entera que los demás lo sigan y obedezcan, y que lo veneren luego de su muerte”. 

Thomas Hobbes en su obra De Corpore (1655) acuñó el aforismo “el conocimiento es poder”: la idea de que el objetivo del conocimiento es el poder. Para Michel Foucault (1926-1984), el poder se ejerce en torno a la capacidad de definir las ideas “correctas” y las “incorrectas” a medida que un cierto sistema de creencias se impone como hegemónico o central, ocupando el lugar de la “verdad”. En consecuencia, ese sistema termina definiendo el modo en que concebimos la realidad y normalizando nuestra forma de vivir
(https://concepto.de/el-conocimiento-es-poder/#ixzz7bBF5EN8x). 

Lo que afirma el profesor Wassesman en su última columna en el Periódico El Tiempo, en el sentido de que existen casos en que el conocimiento científico ha surgido en contra del poder estatal y sobre todo eclesiástico, es cierto. Así lo muestran casos como el de Galileo Galilei al haber demostrado el movimiento de la tierra, así como el de Charles Darwin con su teoría de la evolución de las especies, pero este punto no es el centro de nuestra discusión. 

Lo que si vale la pena es establecer la diferencia entre creación de valor y apropiación del valor (la ciencia y la tecnología son valores), tal como lo denuncia Mariana Mazzucato en su reciente libro “El valor de las cosas, quien produce y quien gana en la economía global”. Las bases de la investigación científica las crean los gobiernos nacionales con sus centros de investigación o con apoyos financieros a las universidades, todo con dineros públicos, pero son las multinacionales, que no tienen patria sino intereses, las que se apropian del conocimiento para desarrollar y comercializar tecnologías. 

Pareciera que en nuestro mundo no desarrollado nos encontráramos atrapados y sin salida, sin medios para crear tecnología de punta y sin recursos con que comprarla. Sin embargo, tenemos alternativas que quisiera, por lo menos esbozar. 

Nuestro país es uno de los países más biodiversos del mundo, con todos los pisos térmicos, incluyendo altiplanos por encima de 2.000 metros sobre el nivel del mar donde se puede desarrollar una agricultura comparable a la que se existe en el hemisferio norte, pero con la ventaja a nuestro favor de tener luminosidad solar durante todo el año. A lo anterior se suman extensos valles interandinos y terrenos de pendientes moderadas con abundante agua, aptos para la producción de agricultura tropical. Con una sana política agraria, la tierra para quien la produzca, Colombia podría, en el corto y mediano plazos, llegar a ser una potencia agrícola que le permita garantizar soberanía alimentaria a su población e impulsar la agroindustria para el mercado interno y para la exportación. 

Sigo con las energías renovables, esenciales para la transformación energética que reclama el planeta.  La ya mencionada riqueza hídrica es el gran recurso para generar energía limpia, tanto con pequeñas centrales hidroeléctricas (PCH) como con grandes centrales con embalses, siempre y cuando garanticemos un buen manejo de las cuencas hidrográficas. Los problemas con Hidroituango y la colmatación con sedimentos de los embalses, antes que un desestimulo deben se asimilados como valiosas enseñanzas. 

La producción de hidrogeno verde mediante electrólisis del agua, utilizando hidroelectricidad y energía solar es el gran potencial que, por fortuna, el Gobierno Nacional, ya empezó a impulsar con La Ruta del Hidrógeno. El gran potencial que ofrecen las PCH, la alta luminosidad solar de La Goajira y el agua de mar, para producir hidrógeno y almacenarlo en el sitio, son aprovechamientos con alto valor agregado, tanto comercial como ambiental. A ambos proyectos me referí en mis libros “Tiempos de ingeniería y Humanismo” (2018) e “Ingeniería y ciencias de la vida” (2021), editados por la Universidad Nacional de Colombia. 

Otro gran proyecto se relaciona con la industrialización de nuestras cuantiosas reservas de carbón.  Existen técnicas de gasificación mediante procesos de combustión limpia del carbón, para la producción de metano sintético, con propiedades comparables al gas natural, el energético requerido para la transición a las energías renovables no convencionales, así como para la industria petroquímica, con productos comparables con los provenientes de la petroquímica. Este proyecto, que actualmente adelanta la Facultad de Minas-Universidad Nacional Sede Medellín, en asocio con las universidades de Antioquia y Pontificia Bolivariana, merece todo el apoyo de los gobiernos Nacional y Departamental.  

(1) Energía termonuclear es aquella que se produce en el sol mediante la fusión de núcleos de hidrógeno para formar helio, liberando en el proceso una gran cantidad de energía en forma de radiación electromagnética, que alcanza la superficie terrestre y que percibimos como luz y calor. 

P.S: Según el filósofo francés Edgar Morin, la esperanza es un valor que se construye, a lo cual el escritor colombiano Mario Mendoza agrega:  creer es resistir.