12 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Aun puede evitarse un fracaso total


@GobAntioquia @anibalgaviria

Por Aníbal Gaviria Correa

Gobernador de Antoquia

Aunque he criticado desde el principio la propuesta de paz total he advertido que como todo colombiano quiero y anhelo la paz. Mi ejercicio en la vida pública siempre se ha orientado a la defensa, el cuidado, la protección y la honra de la vida; por eso, con el propósito de hacer el mejor aporte a éste proceso, hago algunos planteamientos críticos puntuales que ojalá permitan ayudar a corregir el camino:

1.  Con muy poca estructura y equipo se ha querido abarcar todo el espectro de los actores armados. Al proceso le faltan diseño y método, pero también un equipo robusto capaz e interdisciplinario. 

2.  Es claro que las negociaciones no pueden ser eternas ni tan vagas que se diluyan, pero el afán de mostrar resultados tiende a confundirse con supuestos avances que terminan siendo efímeros. 

3.  Todo proceso de negociación requiere capacidad de escucha. Cuanto más complejo, más voces debe oír. Es necesario escuchar a la contraparte con la misma atención que a los diversos actores y sectores de la sociedad, antes y durante el proceso. Pero quien guía hoy las negociaciones parece más abierto a escuchar y conversar con los ilegales que con voceros naturales de la sociedad como los alcaldes, gobernadores y otros líderes para quienes parece no tener tiempo.  

4.  El gobierno debe ser cauto en su disposición a ceder. No puede ser el único que entregue y la contraparte solo reciba, no es buena manera de arrancar, debe haber líneas rojas, límites claros y certeza de que todas las partes ceden algo.

5.  La paz debe ser factor de unidad no de división. En Colombia parecemos condenados al excesivo protagonismo de los dirigentes en la búsqueda de la paz. Es como si tuviera un efecto alucinante que los invita a escribir su nombre en los textos de historia, como los dueños de la paz, todos han hecho esfuerzos: Belisario Betancur, Andrés Pastrana, Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos y ahora Gustavo Petro, pero han padecido el mismo mal. Mi experiencia como gobernador 2004 – 2007 y como alcalde de Medellín 2012 – 2015, me permite decir que tanto Uribe como Santos hicieron aportes históricos a la paz, pero no valoraron como debe ser el factor de unidad que debería significar en la sociedad colombiana. Tristemente hay que reconocer que esos avances se hicieron a costa de la unidad y nos dividieron más; no podemos repetir esa experiencia como pareciera que vamos camino a hacerlo sembrando más división y polarización en nombre de la paz. Creo que estamos a tiempo para que el presidente congregue al país y lo sume al propósito, ese sería un diferenciador histórico y efectivo.

6.  Un proceso con actores que representan tan diferentes tipos de violencia confunde y puede tener consecuencias muy graves. El ELN y las disidencias de las Farc, a pesar de su incursión en delitos como el narcotráfico o la minería ilegal, tienen origen y motivación política orientada a la toma del poder y al desafío al Estado que justifica una negociación de paz con ellos. Pero grupos dedicados esencialmente a actividades ilícitas de cualquier tipo claramente deben enmarcarse en un proceso de sometimiento a la justicia, aquí y en cualquier parte del mundo. Mezclar los dos conceptos, las dos realidades, en la idea de paz total, con los mismos interlocutores de parte del Estado y las mismas condiciones, es un error grave.  

7.  Un proceso riguroso e inteligente de paz y sometimiento debe contemplar simultáneamente y como requisito fundamental, el fortalecimiento del Estado para garantizar el control de los territorios. Es una premisa tan necesaria como desatendida en nuestra historia, por eso reciclamos las violencias, así pasó con las desmovilizaciones del EPL, el M19, el Quintín Lame, las Farc y las autodefensas. Siempre han sido otros actores armados los que ocupan los espacios que debió recuperar el Estado; qué se puede esperar de procesos con otros actores como las bandas de Medellín, cuyos espacios ocupan rápidamente otros cabecillas y estructuras criminales. Resulta absurdo: si mantenemos la misma receta, no podemos esperar distintos resultados.