25 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

A la caza de pájaro

carlos alberto

Por Carlos Alberto Ospina M.  

“Quite de ahí, viejo podrido”, a continuación le pegó un juetazo en la úlcera diabética que, padecía el adulto mayor en el pie derecho, al punto que el alarido retumbó en las montañas cercanas a manera de voz de trueno. El arrogante gamonal se subió al caballo criollo sin voltear a mirar el dolor causado en la humanidad del hombre de talante campechano y origen modesto.  

“¿Qué te pasa imbécil?, ¿por qué le hiciste eso a mi papá?”. Guillermo, agarró al sujeto por la camisa y la descabalgó de un solo tirón. La tunda que le propinó fue la cuota inicial de una rencilla que conoció el Bajo Cauca antioqueño a principios de la década de los sesenta. 

Junto a sus tres parientes, el atarbán o el burro cargado de letras, inició la cacería del individuo que osó desafiar el poder político y territorial de los simpatizantes de la Anapo, Alianza Nacional Popular, fundada por el general golpista Gustavo Rojas Pinilla. En la región nada se movía sin el visto bueno de los hermanos Sánchez. Este Clan prestaba plata con la presión y la garantía de la cosecha futura. Al finalizar la recolección, los campesinos se acercaban a pagar la deuda con la mala noticia que siempre quedaban debiendo a los usureros prestamistas. En presencia de la imposibilidad de cancelar el “anticipo”, los mezquinos Sánchez, se quedaban con las tierras de los labriegos, quienes se veían en la condición de desplazados de sus terruños. 

“Venga, hombre, liquidemos lo que le debo. No quiero tener nada pendiente con vos al momento que te maten”, le propuso Enrique González a su amigo del alma Guillermo, el día crítico que las gargantas sedientas evaporaron las cervezas. Ambos profesaban una fina camaradería y jugaban a cartas vistas. Les gustaba acostarse sin deudas entre ellos. 

“Cuidado, ‘pájaro’, allí viene Rafael Sánchez con la mano en el bolsillo del pantalón”. A Guillermo le decían así, porque donde ponía el ojo, situaba la bala. Él, un hombre de 25 años de edad, 1,92 centímetros de estatura, abundante bigote, ojos claros y manos enormes a modo remos; le señaló a González: “Cuando te diga 3, tumbamos la mesa y yo me encargo de ese hijueputa”. En efecto, no hubo cuenta regresiva. El mueble voló a semejanza de ave de tupido plumaje y pasó a hacer la trinchera de su joven esposa y del amigo de “las pa’ que sea”.  

‘El pájaro del Bajo Cauca’ descargó los seis tiros del revólver que fueron suficientes para atravesar la silla de montar, y estallar los testículos, una pierna y un brazo al petulante Sánchez. Delante de los ojos de todos, ese encuentro menguó la hombría de aquel dominador sujeto; sin embargo, aumentó la sed de venganza hasta que los cuatro hermanos, uno a uno, perdieron la vida a manos de otros espabilados pobladores de Caucasia. ¡Este sí que fue gordo!, el desquite de los despojados. 

Días antes del repentino duelo, La dinastía Sánchez que, gustaba atentar en gallada, cercó a Guillermo y a su hermano de sangre, Eliberto, en el fondeadero ‘El Platanal’. Detrás de las cajas de botellas de bebidas fermentadas, el dúo se defendió con lo que tenía, veinticuatro tiros, que pusieron en calzas prietas a los cobardes ‘anapistas’. Rafael, Carlos, Leonel y Sigifredo nunca atacaron de frente y aprovechaban el menor descuido para desquitarse de ‘El pájaro’. Este siempre estuvo alerta, les salió al encuentro, los burló y supo elevarse a tiempo. 

Sesenta años después, Guillermo, renueva y abre la herida de las lágrimas de dolor de su padre que fue maltratado por un individuo impetuoso. Por eso, defendió a capa y espada a su familia sin miedo a perder la vida. Hoy, toma café a las 5 de la mañana, besa a sus nietos y camina erguido junto a su esposa, porque no tiene deudas morales con nadie.