7 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Qué lee Gardeazábal: Buzirako

Gardeazabal

·      Reseña de la novela corta de Jenny Valencia Alzate, editada por Malizia Sudaca

Esta novela corta fue ganadora de la Convocatoria 2020 de la Secretaría de Cultura de Cali y como fue el año de la pandemia, se la tragó Buzirako, el apelativo changó del diablo que flamea con su rojo encendido en el escudo del América de Cali.

Es una novela bien escrita por quien se nota que ha trabajado el oficio buscando un perfeccionamiento, aunque hay que recalcarlo, escribir sobre el mismísimo Satanás, sobre los negros marginados pero al mismo tiempo involucrados en Cali y desde la perspectiva de la pobresía que abunda en esa ciudad, no es ni fácil ni retribuible.

Pero Jenny Valencia lo logra y de qué manera. Combina entre historia y leyenda urbana, la historiela del buzirako que trajeron los esclavos africanos con el catolicismo que esgrimieron los españoles para conquistar la planicie vallecaucana. Para hacerlo recuerda la muerte del demonio pregonada por un cura hispano e histérico que quema hace 500 años algún monigote en lo alto del cerro tutelar de Cali e impone desde allí su protección contra el maligno sembrando las tres cruces.

Este diablo, como el del escudo del América, se vuela de cuando en vez de su tumba sagrada. La salida que en este libro se narra es para hacer parte del Buzirako Futbol Club que consigue los mejores jugadores en los bailaderos de Juanchito y logra el apoyo de un narco de las antiguas generaciones del manjar blanco.

La novela refleja ese estúpido manejo racista y pobretón de las barriadas de Cali que le dan los blancos gobernantes. Radiografía, con velocidad y gracia humorística, la batalla delincuencial desde donde surgen los hampones y las estrellas de fútbol.

Abofetea al lector narrando un partido de fútbol desde las barras alcoholizadas del estadio y consigue rendir tributo ridículo a su conocimiento elemental de las religiones africanas asomadas en las barriadas de Aguablanca en Cali.

Eso sí, le sobra un capitulito, escrito sin ton ni son, pero hecho para cobrar una venganza femenina, muy común pero impropia en el mundo reporteril donde la escritora debe trabajar.

Escuche al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal.

Arrancando esa página, el libro ocupa desde hace rato un nicho en la literatura caleña que no es solamente la que escriben Andrés Caicedo o Fabio Martínez.