18 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Participemos en el sano juego de la democracia

Por Claudia Posada (foto)

Indiscutiblemente el director técnico de cualquier selección nacional de fútbol, sea cual sea y en el campeonato de cualquier momento, debe ser un líder al que se le oiga, se le crea y acepte; aunque también es común que al interior del equipo que dirige, alguno de los jugadores se irrite con los planteamientos tácticos que les plantee, en todo caso las directrices hay que seguirlas y lo hace.

Coincidiendo esta vez, con el fervor futbolero del momento cuando se juega en Brasil la Copa América 2019, políticamente en Colombia se vive la etapa previa a la definición de quienes competirán en octubre para convertirse en gobernantes locales y regionales, mandatos que se inician el primero de enero de 2020 y en los que estarán para el mismo periodo, los concejales municipales y los diputados a las asambleas departamentales. Por lo demás, es muy escaso encontrar en las listas de aspirantes, nombres que se reconozcan porque hayan hecho pinitos en las ligas menores de la práctica política, con el ánimo de ejercer actividades públicas que les permita ascender con algo más de fogueo que el común. Según esto, conviene mirar quiénes aspiran alcanzar un cupo en las Juntas Administradoras Locales (JAL) que igualmente se eligen el 27 de octubre de este año.

En Colombia, como país, somos un equipo multirracial de características diversas según las regiones, con habitantes que sueñan ver a sus hijos en escenarios un poco mejores a los que, generación tras generación, han padecido luchas desiguales, aunque bajo mandatos de “directores técnicos nacionales” similares, así los colores de la camiseta sean muy distintos.

Decíamos hace tal vez una semana en esta columna: “Necesitamos de la clase política, más capacidad de transformar, de resolver crisis, de orientar hacia la estabilidad socio-económica; y en todo caso, que obren con miras al bienestar integral de los ciudadanos”.

Sintiendo entonces que como país nos vamos hundiendo, y en el entendido que es urgente permitir que nuestro “director técnico nacional” en este momento el presidente Iván Duque Márquez, debe contar con credibilidad entre los colombianos, insistimos en lo inconveniente que es limitar su voluntad de transformar recurriendo a las tácticas que se ajustan al diseño de su estrategia política divulgada en campaña. Y es que su discurso fue llano y espontaneo, se dirigía a su equipo de colombianos sin que le fueran coartados sus planteamientos y mucho menos segado su afán sincero de modernizar el país; además, su posición fue, obviamente, irrebatible en cuanto a cortarles el avance a los corruptos.

Era la oportunidad de conocer, por fin, cómo se gobierna bajo un esquema distinto al de las estirpes políticas que históricamente acceden al poder. La ilusión de un cambio drástico en el estilo de gobernar generó esperanzas. Iván Duque asumió por decisión de los electores, el mandato que, posiblemente, hoy lo tenga en confrontaciones y dificultades. Ha venido siendo desarmado poco a poco en la orientación que pretendía darle a las políticas de gobierno, lo mismo que a las de Estado, o políticas públicas. Duque arrancó con un grupo de colaboradores quienes, en su mayoría, él mismo eligió por la confianza que le inspiraban y porque sus perfiles eran compatibles con sus anhelos.

Creemos que sus intenciones nada tienen que ver con la filosofía maquiavélica que se mueve bajo maniobras politiqueras -así él haya acariciado siempre el deseo íntimo de gobernar su país- por lo tanto, debe estar desconcertado con las directrices que suponemos, le son dictadas por “el dueño del balón”, y las peticiones en consonancia con algunos “jugadores” que coaccionan atrevidamente.

La apatía de los colombianos -una inmensa mayoría- que dan la espalda a sus deberes ciudadanos porque ignoran que urge el perfeccionamiento de nuestra democracia, es consecuencia de la pobre Educación impartida para comprender cómo se usan las herramientas que tenemos para apoyar y sacar adelante la transformación del modelo de Estado actual que arrasa; y es que su objetivo es concentrar, cada vez más, beneficios inmerecidos y gabelas excesivas en unos cuantos demoledores de equidad.

Los deberes de los partidos políticos, de impartir educación para la democracia participativa y ofrecer formación ideológica según sus propios idearios, (que ellos mismos no cumplen y por eso cambian de partido sin pudor político) prefirieron ignorarlos para ser “titulares” eternamente, aunque sean “troncos” estorbosos, o “jugadores sucios”.

Por el desconocimiento ciudadano de contextos que crean aquellos que saben gravitar sobre la insensatez e ignorancia política, se presenta negación frente a una realidad que destruye sin contemplación; es decir, estamos asumiendo que la clase política es impenetrable y que nos tenemos que someter a su desfachatez.

Cada vez que llega un director técnico del futbol nacional, los colombianos nos dividimos en cuanto a las opiniones sobre ese nombramiento; luego, al permitírsele demostrar cómo dirige y cómo toma decisiones acertadas sin someterse a presiones ajenas, la percepción cambia. En política, si hay intromisiones contrarias al estratega, para el caso nuestro mandatario, deberíamos exigirle argumentando la coherencia que debe mantenerse entre el discurso y las ejecutorias.

En la medida en la que se desconocen las expectativas de los electores, se fortalece la ambición que corroe el poder, y se perderán los deseos de transformación social y política que deberían orientar las decisiones de los mandatarios en todos los niveles territoriales, así como en las corporaciones públicas.