17 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Librero fugaz

 

Por Oscar Domínguez G. (foto)

He hecho mandados, adivinado el futuro y encimado el pasado. Vendí tiquetes para bus y autoferro. He escrito cartas de amor para novias ajenas. Y como la caridad empieza por casa, las he escrito para mis tragas. Mercenario sin hígado, redacté textos políticos para reclutar voticos esquivos que le dijeron no a “mi” aspirante.

He sido tendero, candelero o cuidador de novios, proxeneta de novios fugados, correveidile, paseador de perros, tahúr, barman, vendedor de coco y velitas, cofio y minisicuí, delicias que ya no están en el mercado.

Fui vendedor de camisas de segunda en Fredonia, taquillero en cinemas paradiso de barrio, traficante de sueños, padre de familia, peatón, contribuyente, constituyente, reportero que ha cubierto desde la corrida de un catre hasta la entrega del Nobel en Estocolmo a un señor que redactaba muy bien y a quien sus amigos le decían “Gabito”. Actualmente, soy mascota de Nacho, mi chihuahua.

Otros oficios son los de irresponsable abuelo múltiple, celador, cartero, monaguillo que se quedaba con parte de la limosna (eso se llama redistribución del ingreso. Dios no tiene el almuerzo embolatado, argumenté para mis adentros). También me las he dado de aguatero y culebrero, pero nunca había sido librero fugaz. (Lea la columna).