2 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Libertad, orden y justicia ¿mancillados?

Claudia Posada

Por Claudia Posada 

Cuando juzgamos a los demás, no los estamos definiendo a ellos, estamos definiéndonos a nosotros mismos, es decir, estamos desnudando nuestra mente y pasiones ante los demás. Todo ese “ruido” que se está generando en las redes sociales, en donde tantos colombianos juzgan, cada uno a su manera lo que está pasando en Colombia, define el país que habitamos. 

Actitudes, lenguaje y contenidos, son indicadores del tipo de persona con la que interactuamos personalmente, o en las redes; pero son éstas las que mejor evidencian hoy, si representan o no los síntomas de una nación enferma; y en consecuencia, permiten definir la sociedad en la que vivimos. Cada vez que alguien señala a los demás y juzga las respuestas ajenas, se define así mismo; a la vez que da pistas sobre el pensamiento colectivo en el que se enmarcan unas generalidades muy inconvenientes. Hace años, el diagnóstico revelado a los colombianos, su dirigencia, y a sus gobernantes, indicó brotes de urgente tratamiento. Hubo intentos por aplicar fórmulas probadas, pero no a todos cayeron bien. Hubo fuertes contradictores y no pocos detractores. 

Las enfermedades no tratadas a tiempo, en general se agravan. Colombia está padeciendo síntomas agudos, dolencias no combatidas, y lo que es peor, embates absolutamente contraproducentes. Las posiciones con respecto a la administración de tratamientos, van desde la sana empatía, la necesaria empatía, hasta el radicalismo incapaz de conciliar.  

Los ataques de la fuerza pública a rebeldes con causa no sediciosos, tratándolos como insurrectos vándalos, testimonian, tal parece, una especie de flaqueza institucional, la que es aprovechada por quienes representan, se dice, fenómenos urbanos en los que participan células organizadas con apoyo de intereses criminales, y también de foráneos. En todo caso, aceptar el asesinato como algo “merecido”, da cuenta de una sociedad mal tratada, pues el remedio está en la Constitución y la Ley. “Caerle” cuatro hombres adiestrados para combatir el crimen, a una mujer joven que de ninguna manera debe ser arrastrada por la fuerza bruta y muchísimo menos “manoseada”, es señal inequívoca de perturbaciones éticas y profundos vacíos morales. 

Son inexplicables las razones para atropellar los derechos de los demás con la intransigencia propia. Es por igual inaceptable contrariar directrices que se ciñen a los indeclinables principios de Libertad, en la misma medida Orden y Justicia. ¿O acaso se trata de estar siendo mancillados como una consigna?