6 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Leer, escribir, crear y amar en el Día del Idioma

Por Enrique E. Batista J., Ph. D. 

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Sentir es amar, pensar es existir (ya lo dijo el filósofo), hablar es llegar a ser (fue dicho por la novelista), escribir es trascender y leer es la sabiduría que lleva a la creación. Todos esos dones espirituales juntos forman la suprema libertad humana. 

El 23 de abril se celebra el día mundial del idioma. Como caso curioso, Miguel de Cervantes y William Shakespeare murieron ambos el 23 de abril de 1616, aunque con diez días de diferencia; paradoja que se debe a que España, a la sazón, se regía por el calendario gregoriano, mientras que Inglaterra lo hacía por el juliano; entre los dos existía una diferencia 10 días; según nuestro calendario actual (el gregoriano) Shakespeare murió el 3 de mayo. 

Pensar, sentir la inspiración, hablar, leer, escribir para comunicar y crear forman parte de un mismo y unitario proceso. O sea, cognición, afecto y volición están siempre entrañablemente unidos en nuestros propósitos comunicativos. La falta o ausencia de uno de esos componentes resultará en comunicación imperfecta o fallida en sus intenciones. 

Es preciso recordar que la escritura nos forjó como humanos, más allá de la condición de humanoides; nos permitió tener historia, perpetuar relatos, compartir avances, amar con intensidad, aunque la distancia  separe, porque el verbo, el texto escrito une personas, une lo que está separado, construye afectos, permite desaparecer diferencias reales, o fantaseadas en momentos del espacio y del tiempo,  entre el ayer, el   hoy y lo qué será después, porque la palabra hablada o  escrita revive el pasado, permite experimentar con humana intensidad el presente y construir el futuro. La palabra hablada o escrita ha sido símbolo de amor, de compromiso, de amistad y de lealtad, expresada de muy diversos modos en el simple lenguaje cotidiano, en versos o cantos, señala la impronta de lo sublime y de los más finísimos sentimientos de aprecio, del amor filial, del ágape, el storge y también el de Eros. 

Por eso, no somos una cultura ágrafa (a= sin, grafos = escritura) y no queremos que los niños, aunque asistan a la escuela, lo sean. En el lenguaje está su posibilidad de acrecentar riqueza interior, de humanizarse, de tener carácter, de ser social, crear y amar. Saber escribir supera la condición del ágrafo, ya que la escritura es parte de ese conjunto de habilidades que en interacción plena con otras constituye la inteligencia, la que fundamenta todos los aprendizajes, la comunicación y exitosa y las relaciones humanas basadas en la sana convivencia. 

Así como no debe existir un niño o adulto ágrafo, tampoco lo puede ser una comunidad entera, porque su riqueza cultural única no podrá ser compartida, apreciada, vivida o compartida con las demás culturas, será condenada a un ostracismo cruel y denigrante, a la vez que cada uno de sus miembros estarán restringidos o imposibilitados para ser reconocidos en todos sus derechos, en especial los de carácter cultural, seres carentes de una identidad singular, propia y valiosa. 

La escritura no es para dominar, adoctrinar o sojuzgar; ella es para construir o expresar conceptos, a veces opiniones, hipótesis, explicaciones alternativas, sentimientos o valores en otras. Así mismo, es un fundamento para instigar la reflexión, el debate civilizado y la conveniente contradicción de ideas; si el escritor alcanza este fin, entonces habrá logrado una de sus principales intenciones comunicativas. 

Entre los diversos caminos que han tomado los esfuerzos comunicativos, están los lenguajes de programación, esos con los que se han creado software que han posibilitado los abundantes desarrollos en el campo de la informática. Lenguajes que tienen su origen en la lógica y la semántica del lenguaje cotidiano que hablamos.  

De igual forma, desde las ciencias también se han desarrollados modos para leer el pasado de la Tierra. En las evidencias arqueológicas se leen los modos de vida y los medios de existencia de culturas idas. Los geólogos leen el lenguaje de las rocas. Ellas tienen su lenguaje y nosotros somos sus traductores: A la vez, podemos leer en nuestro cuerpo signos y señales como si fuesen un lenguaje orgánico. De modo interesante, toda la historia personal y de la especie humana está escrita en nuestro ADN, otra forma particular de escritura que nos permite leer la identidad única y básica que tenemos todos los seres humanos; ahí los científicos, con un sus propias herramientas y métodos, han podido leer el lenguaje con el que está escrita nuestra identidad biológica. El genoma humano es leído con sólo cuatro letras y combinación de ellas. Leemos y se hace evidente con más clara precisión de dónde venimos y de qué estamos hechos. En otros términos, en el ADN está escrita nuestra identidad, y la de todos los seres vivos, en un lenguaje muy especial que, como todos, están ahí para saber de nosotros mismos y también sobre la porción que compartimos genéticamente con otras especies, poder corregir defectos con tecnologías génicas y prevenir o curar enfermedades, entre muchos otros logros que se facilita con la lectura de esos códigos. 

Sobre la iletraridad se asienta la tiranía. Sobre el dominio amplio del lenguaje se afirma la seguridad propia y nuestra integridad biológica, social y cultural. 

Cuando no se fomenta el dominio y buen uso de la lengua madre, se acalla el clamor de libertad y el dulce grito de la democracia, se fundamenta el totalitarismo basado en la ignorancia de muchos, se sientan las bases de la pobreza cultural y monetaria y los fundamentos de la discriminación y de la exclusión. Semejante omisión y despropósito equivale a coartar y llenar de obstáculos el camino hacia la plena identidad nacional y personal, al orgullo cultural y nacional, a sembrar el camino con ignorancia y negar el disfrute de la creación y gozo de una vida próspera, de ser productor de contenidos y no sólo recipiente pasivo de datos, de alcanzar la alegría de leer, de comprender, escribir y comunicar ideas y sentimientos. 

En esas condiciones se construye la imposibilidad de ser plenamente humano, de ser un ciudadano que goza de sus derechos y cumple con sus deberes. La persona carecerá de la capacidad de leer y comprender las palabras de su Dios, de distinguir razonamientos con adecuados fundamentos frente a los sofísticos, espurios o falsos, de emplear y comprender figuras literarias con la fuerza de los sentimientos y de las palabras subrayadas con ternura y amor. 

Ama a tu lengua, vive tu lengua, siéntela y construye felicidad y armonía con ella. Conviértela en inteligencia, en tu base para ser sabio y cultivar la sabiduría, en humor gratificante, en buenas relaciones familiares y sociales, en un sólido eslabón para la amistad y la paternidad, en un vínculo indisoluble de relación amorosa con todos los demás. Saborea con tu lengua física el gusto y riqueza de tu lengua nutricia materna. Descubre los inmensos tesoros y demás riquezas que guarda en su enriquecido léxico y semántica. Descubre su historia y divulga con orgullo sus logros.
Sé como los viejos trovadores y rapsodas que, con sus relatos, llenaron con palabras de alegría  y vivificadoras a las gentes de pueblos y villorrios. Su oficio, el de usted, puede ser el del vendedor de palabras como Belisa Crepusculario (en un cuento de Isabel Allende) quien descubrió la escritura y supo que las palabras no tienen dueño. Usted también puede vender palabras secretas para espantar la melancolía, así no tendrás hambre ni fatiga mental. Entrega palabras de compasión a los que sufren, a los que viven en triste soledad. No importa que tus palabras llenas de verdad ofendan al tirano. 

Sentir, pensar, hablar, leer, escribir, crear y amar con la lengua materna, la lengua de la madre.