6 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

La maravillosa Yiya 

Esta tarde se cumplieron las exequias de Carmen Ligia Martínez, la esposa de nuestro gran amigo y colega José Ignacio mejía Duque, Nacho.  

Una mujer excepcional que engalanaba siempre su saludo y cualquier reunión con una amplia y generosa sonrisa, que nunca significaba un mínimo rasgo de debilidad frente a sus sólidas convicciones de esposa, madre y amiga. 

La iglesia San Clemente se llenó de amigos quienes acompañaron a Nacho, a su hijo Luis Miguel y a toda su familia en este momento tan duro y doloroso. 

El mejor homenaje a Carmen Ligia, a quien Nacho llama con amor la Yiya, es publicar el perfil que él mismo escribió al lado de su lecho de enferma y tuvo el valor de leer esta tarde en la iglesia

Las familias Mejía Martínez, Mejía Duque y Martínez Betancur, y el portal digital Panoramapolitico.co están de luto por el fallecimiento de la esposa, madre, hermana y socia fundadora la comunicadora social periodista Carmen Ligia Martínez Betancur. Esta es una crónica de su vida y de agradecimiento a las personas que la quisieron tanto.         

Cuando había cumplido con esfuerzo, seriedad y entrega casi todas sus metas de vida, y estaba pletórica de seguir caminando su tercera edad, la existencia y los proyectos de acompañarnos ambos en la vejez jubilados del periodismo, comenzaron a derrumbarse por la aparición del cáncer. 

Carmen Ligia Martínez Betancur, Illa para su familia y Yiya para mí, protagonizó una crónica de vida en la que fue inmensamente feliz de joven en los vibrantes, frenéticos y cambiantes años 60 y 70. 

Contribuyó con su espíritu cordial y amable, que siempre la acompañarían en toda su existencia, a ser factor de integración, de unidad, fraternidad y conciliación entre sus hermanos y gran ayuda de su madre doña Ligia en la conducción de una familia maravillosa, mientras don Jorge desde su Liborina del alma que nunca abandonó, cumplía con su deber de padre y de gran señor, atendiendo el almacén pueblerino que sostuvo la economía familiar a la distancia. 

Los viajes y paseos a Liborina fueron un acontecimiento familiar a mitad o a finales de cada año escolar de su primaria y secundaria con algunos altibajos por su salud debido a dos extraños paludismos que la azotaron  y a la incomprensión exagerada de las educadoras de La Presentación, pero estudios que culminó con la enorme expectativa de su futuro universitario que concretó con el competido pasó a la U de A de una generación de jóvenes antioqueños impactados por los maravillosos cambios en las tendencias mundiales de la ciencia, la política, la cultura, la música, la moda en lo que siempre fue muy moderna, hermosa y femenina que fue uno de los detalles, junto a su afable y dulce carácter, lo que me fue uniendo a ella. 

 Aunque éramos vecinos de barrio, en la recordada carrera 90 en el Danubio Niza, fueron precisamente los pasillos de la U. de A. los que nos conectó definitivamente y por toda la vida, hasta está triste y dolorosa despedida que me está afectando mucho y a muchos otros seres cercanos que aún no salimos del terrible asombro injusto de como esa malanga cancerosa nos arrebata a una mujer maravillosa, como en forma muy acertada la catalogó estos días su acongojado hermano Luis Carlos impotente viéndola en su lecho enfermita pero batallando por su vida. 

Las calles de La América, los buses de Circular, las cafeterías de la U y sus jardineras y zona deportiva, los cines Odeón y Capri de la 80, La Fania y la salsita, las baladas de Sandro, el pollo de Kokorico y las hamburguesas del Oeste cuando había platica y la alcahutería de Colombia y don Guille, mis padres, que la amaron desde que ingresó a mi vida, nos ennoviaron para siempre. 

Y como no podía faltar fueron las épocas de las eternas discusiones entre lo material y lo espiritual, que ella sorteó muy fácil, pues defendió y sustentó sus valores y herencias católicas familiares, en lo que nunca hubo ningún problema, porque como liberal y libertario pluralista respeté sus creencias y con ella asistimos tanto a lo laico como a lo religioso. Del doctor Guillermo Mejía aprendí el fascinante mundo de las religiones, los credos y las iglesias en el mundo, al tiempo que políticamente Carmen y yo convivimos fraternamente nuestras posturas. En eso ella nunca tranzó con nadie y respetó a todo el mundo. La familia profundamente católica de los amables Pérez Berrío son testigos de nuestro pluralismo y a la Yiya le encantaba las veladas espirituales, musicales y las fabulosas comilonas opíparas de los Pérez. 

Fueron 14 años de noviazgo durante los cuales nos convertimos ella en comunicadora y yo ya había dado el paso años antes al periodismo, profesión que junto a la Yiya fueron dos determinantes que cambiaron y orientaron mi vida alocada y sin rumbo. Gracias Yiya. Te la debo, me salvaste. 

El próximo año íbamos a cumplir 30 años de matrimonio con todos los ingredientes de dos personas distintas, que fue precisamente lo que más nos unió y nos ayudó en la convivencia. Ella fue la directora de orquesta del hogar, la que tomaba las decisiones internas y por ella nos metimos en las deudas acostumbradas para la adquisición del apartamento gracias a la generosidad de la política y del doctor Gonzalo Gaviria Correa y de su hermana Toya quienes desde Corvide nos dieron una mano y por eso el apartamento 215 del bloque Uno de la pública urbanización Plaza Linares fue el escenario, epicentro, sede, nicho, nido y eje lugareño de nuestra relación matrimonial. Allí vivimos los mejores momentos y también los altibajos de una relación de pareja, que no fueron nunca significativos para romper un vínculo que nos unió. Yo siempre fui el hombre de ella y mi Yiya mi compañera. Eso siempre estuvo claro, incluso para inmensas amigas de las cuales también logré un gran cariño y aprecio. Con convicción siempre fui un defensor de la mujer mucho antes de que las luchas por sus derechos e igualdad en el mundo moderno cogieran el justo auge que hoy se merece como tema mundial en todas las sociedades. 

A Yiya siempre le gustó trabajar, y lo teníamos que hacer para sobrevivir. Yo siempre patrociné y contribuí a su mundo laboral. 

Con algún susto, pero decidida se separó de su hogar, en el que tenía una férrea relación con su mamá doña Ligia, y se fue sola a trabajar a Rionegro, a su alcaldía gracias a otro recordado amigo y colega de la vida que se nos adelantó, el Negro Atehortúa, y al visto bueno de los alcaldes Jorge Alberto Urrea y Rubén Darío Quintero, a quienes también quiero agradecer por la forma diligente como me la atendieron y quisieron. 

Rionegro y después Bello fueron definitivos en la existencia de Yiya. 

Con ambas sociedades quedaron férreas y estrechas conexiones. Rionegro nos regaló una de las mejores amistades: Diego Botero, quien igual que yo y Luis Miguel está sufriendo todo lo inesperadamente ocurrido por los daños del cáncer en el delicado y hermoso cuerpo de la Yiya. 

Yiya y Diego se quisieron como grandes amigos desde el primer momento en que se conocieron, son múltiples las historias, las ocurrencias y las anécdotas de esa amistad, que perdurará en la eternidad, y de todo lo cual yo fui testigo y el más beneficiado. Qué señor es Diego, gracias mi hermano. 

Bello fue otro cuento y pese al muy politizado cargo de ella como jefe de Comunicaciones de su Concejo Municipal, logró por su forma de ser cálida y responsable y a mi orientación y apoyo laborar durante 24 años hasta su jubilación. Gracias a los inmensos amigos bellanitas, tantas y tantas personas que es imposible mencionar. Pero permitan una venia y solo mencionar a otro Diego, pero Molina. Gracias por cuidármela. 

Capítulo especial y aparte es nuestro hijo Luis Miguel y la familia Martínez Betancur. 

Luismi fue lo más sublime de la Yiya, lo amó con todas sus fuerzas y en su lecho de enferma la sentíamos llorar porque lo iba a dejar solo, pero supe por mi hermana que estaba feliz por sus realizaciones académicas, profesionales y laborales y porque lo dejaba casado. Migue fue todo para ella y fueron grandes confidentes y amigos. Gracias hijo por hacerla tan feliz. Y no sé qué decir del desconsuelo que debe estar enfrentando su semihija Julia. Sólo te reitero hoy todo lo que te quería.         

Especial reconocimiento a los hermanos Martínez Betancur. A Iván, a Toya, a su querida Cristina, la colaboración de Margara, a Jito al que le ha dado muy duro este insuceso y a Luis Carlos, agradecimiento extensivo a Alfredo y a Edgar. Qué paseos nos dimos con la Yiya a las memorables y descansadas playas del Morrosquillo colombiano donde ella fue infinitamente feliz. 

Y también a la médica familiar Carmen Helena, quien ayudó a prolongarle la vida en medio de tanta tristeza que nos causó esa maldita patología que acabó con mi Yiya. En mi corazón también están Maribel y María Elena. 

Pero además otro capítulo muy reservado y súper especial para mi hermana Luz Miriam, ayuda permanente en este duro trance y amiga constante de la Yiya, quien en los últimos meses de vida le develó y confió tantos episodios y secretos que iremos contando en medio de la amargura de su ausencia. 

Podría mencionar a tantos amigos que la quisieron, a Luis Carlos y Eugenia y toda su familia, al Marqués y a Morales, a Jairo León, al Flaquito Mejía, a Eugenio Prieto, a Nico Echeverry, Carlos A. Trujillo, Germán Blanco, Albeiro Valencia, mi amigazo Carlos Franco, la familia Gaviria Correa, a Luzmaría, Carmen Vásquez, César Pérez Berrío, Fernando Vera, Guillermo Mejia, Laura Arias, quien donó parte de su hermoso cabello para la peluca de Carmen, Adrianita Moncada y a muchos amigos en la política y en el periodismo. Y el matrimonio de Luismi con la encantadora Natalia nos regaló la agradable unión a la familia Chávez Ramírez que alegró en el alma a mi Yiya y que batallaron por la vía espiritual por su salud. Pero dejemos aquí para exclamar a todo pulmón gracias y eternamente mi maravillosa Yiya y socia. Qué injusticia su terrible muerte. Te amaré siempre. Y perdóname porque la que debía estar aquí hablando eras tu Yiya y no yo.