26 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

La corrupción, una pandemia mundial (1)

Guillermo Mejia Mejia

Nota: El dirigente Hernán Saldarriaga conformó una atractiva tertulia que se llama “Amigos de Carlos Upegui”. Carlos Upegui Zapata, un destacado y respetable dirigente industrial de Antioquia, fue durante muchos años brazo derecho de Carlos Ardila Lulle. Falleció el 4 de junio de 2016. De ese grupo forman parte el exgobernador de Antioquia Fernando Panesso, Alberto Piedrahíta Muñoz, William Fernando Yarce, Jorge Ignacio Paz, Carlos Betancur, entre otros. 

El miércoles hicieron una tertulia virtual, e invitaron al exmagistrado Guillermo Mejía Mejía para que les hiciera una exposición sobre la corrupción. 

Por considerarla de mucha importancia, por su calidad y rigurosidad, El Reverbero de Juan Paz la publica en varias entregas. Lea hoy la primera de ellas. 

Por Guillermo Mejía Mejía

“¿Quién peca más: el que peca por la paga o el que paga por pecar?”

La frase de Sor Juana Inés de la Cruz nos advierte que la corrupción tiene dos protagonistas: el que da a cambio de un favor y el que recibe para concederlo. El fenómeno es mundial y ha provocado que varias instituciones serias a nivel mundial como Transparencia Internacional, el Foro Económico Mundial y la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), entre otras, se ocupen de él.

Una encuesta elaborada por Transparencia Internacional entre 180 países nos muestra que en una escala de 1 a 100, donde 100 es cero corrupción, el país menos corrupto es Dinamarca con 87 puntos y el más corrupto es Somalia con 9. En esa escala Colombia ocupa el poco honroso puesto 97, con 37 puntos.

Estas escalas desde luego no corresponden a números ciertos como cuando se enumeran objetos sino a percepciones de ciudadanos que se miden por encuestas. Pero de todas maneras son estadísticas confiables cuyo origen da seguridad por el respeto internacional que se tiene por las entidades que las elaboran.

Hasta donde se sabe, todos los Estados del mundo tienen normas anticorrupción pero como en el adagio español, la calentura no está en las sábanas sino en la gente y se comienza desde muy temprano con esta fiebre: la “copialina” en los exámenes, en las tesis de grado, las mentiras en las hojas de vida, la simulación de enfermedades son los comienzos de una ética social que se vuelve permisiva y tolerante con los tramposos.

En los comienzos del narcotráfico en Medellín era de buen tono ser amigo o tener negocios con los grandes capos. Personajes de dedo parado cayeron en la trampa y aprovecharon para vender sus propiedades a los traquetos a mayores precios que los del mercado inmobiliario. Al parecer, algunos tuvieron después que devolver los excedentes.

Los Estados en el mundo son los mayores dispensadores de negocios que comienzan por las obras públicas, las concesiones en todas sus manifestaciones, las licencias ambientales y de salud, la exoneración de impuestos o las declaraciones tributarias toleradas por debajo de la realidad y la permisiva normatividad del sistema financiero que permite tasas asombrosas entre la captación y la colocación del dinero.

Pero del fenómeno no se escapan organizaciones como las iglesias de diferentes credos que engañan a los feligreses con mentiras para sacarles el dinero y ongs que tienen fachadas altruistas pero que su fin primordial es la plata.

Algunos escándalos de corrupción mundiales 

En siglos anteriores registra la historia corruptos que fueron famosos precisamente por eso: por deshonestos. A título de ejemplo mencionemos a los Papas Alejandro VI y León X en el siglo XVI; a Antonio Pérez, secretario privado de Felipe II, quien convenció al rey para ordenar el asesinato de Juan de Escobedo el ayudante de don Juan de Austria, hermano medio de Felipe, en medio de intrigas palaciegas con la princesa de Éboli; para la época de Napoleón fueron famosos por su corrupción el obispo Talleyrand y José Fouché, ministros del corso. Y en el siglo XX, el momento más bajo al que ha llegado la humanidad fue el holocausto provocado por el partido Nazi alemán, un Estado tomado a sangre y fuego por la corrupción ante la fragilidad de un gobierno débil que no aguantó la presión del partido armado de Hitler.

Las épocas de las dictaduras en América Latina fueron producto de camarillas militares ambiciosas de poder y de dinero muchas de ellas patrocinadas por los Estados Unidos.

La caída de la Unión Soviética fue el ejemplo de una corrupción en el interior del Partido Comunista que dejó al Estado soviético en incapacidad de enfrentarse a la carrera armamentista que propuso Reagan, como lo reconoció el propio Gorbachov.

El príncipe Bernardo de Holanda, esposo de la reina Juliana, estuvo a punto de terminar con la dinastía reinante en ese país pues la prensa norteamericana le destapó, en 1.976, un soborno de la Lockheed por un millón de dólares para que Holanda comprara aviones de combate fabricados por esa empresa americana. Pero ese escándalo no le bastó y después estuvo involucrado en otro, también por la compra de aviones de combate, pero por parte del fabricante estadounidense Northrop.

Y si por Holanda llueve por España no escampa. La abdicación del rey Juan Carlos de Borbón no daba espera. Antes del 2014 el rey goza de inmunidad, pero después de su renuncia se han conocido no solo sus romances sino las coimas que supuestamente ha recibido, en concreto la del rey de Arabia, Salman bin Abdulaziz, por 65 millones de euros, la misma suma que consignó en la cuenta de su amiga Corina Larsen, proceso penal que ya comenzó en Suiza.

Los escándalos de esta dinastía borbónica que se entronizó en España desde el reinado de Felipe V, hace 320 años, hace que penda de un hilo porque no solo es el rey emérito el único encartado sino el esposo de la princesa Cristina de Borbón, Iñaki Urdangarin, condenado a más de cinco años por delitos como malversación, prevaricato, evasión de impuestos y tráfico de influencias. En las manifestaciones antimonárquicas en España es común escuchar el grito: “Los borbones a los tiburones”.  

Un desliz amoroso del ministro de guerra del Reino Unido, John Profumo, con una bailarina, que a su vez tenía amores con un supuesto espía soviético, puso en peligro secretos militares en plena guerra fría, tumbó al gobierno del primer ministro Harol MacMillan en 1.963 y luego de un bochornoso debate en el parlamento inglés, donde Profumo mintió, la prensa inglesa le destapó todo el enredo.

Parte de la plata que se robó Rafael Leonidas Trujillo en la República Dominicana, se perdió en los bancos suizos porque las claves estaban en poder de su esposa María Martínez quien, una vez asesinado el dictador, padeció de mal de Alzaimer y nunca recordó donde las escondió, como lo narra Mario Vargas Llosa en su novela La Fiesta del Chivo. A la muerte de Trujillo se calcula que tenía un patrimonio de 800 millones de dólares y que controlaba el 60% de la economía dominicana.