2 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El pensamiento crítico y las habilidades comunicativas para superar el analfabetismo esencial

Por Enrique E. Batista J., Ph. D.

https://paideianueva.blogspot.com/

Como bien se sabe con la escritura se inició el período histórico de la humanidad. Con ella se creó la necesidad de que los seres humanos tuviésemos la necesidad y también el derecho de comprender a cabalidad la información escrita y a la vez el deber de cuestionarla o validarla de manera personal o colectiva. 

Paralelo a la escritura surgió una condición intolerable en la sociedad: el analfabeto. Éste quedó marginado y en  sumisión frente  al poder inmenso del  ilustrado  que podía leer, escribir  y avasallar mentes, sentimientos, actitudes y comportamientos de los demás interpretando y explicando a su manera los hechos sociales, económicos, políticos o culturales.  

La lengua española tiene cerca de 300.000 palabras; a diario usamos unas 300 de ellas, aunque en un nivel elemental de comunicación se ha argumentado que son necesarias unas 2000. Un entrenador de selecciones nacionales de fútbol en Europa, Fabio Capello, señaló alguna vez que no necesitaba más de 100 palabras para dirigir a su equipo. A los dos años un niño se desenvuelve con el doble de esa cantidad.  De un estudiante universitario avanzado se esperaría  que manejara entre 8.000 y 10.000 palabras para comprender conceptos abstractos, usar metáforas y otras figuras literarias para reforzar con claridad sus exposiciones y argumentos. Otras personas debido a sus ocupaciones o roles sociales duplican esa cifra. (https://bbc.in/300Bj06). 

Existe la llamada lectura crítica la cual tiene como fundamento al pensamiento crítico que se refiere, de manera sencilla, a la habilidad para inferir supuestos, detectar y diferenciar opinión de hechos, leer entre líneas, tomar distancia frente al escritor para asumir posiciones propias, avalar o controvertir con fundamentos opiniones, conceptos, teorías, propuestas de proyectos, de planes de solución o de explicaciones frente a un determinado problema o dilema. 

El pensador crítico es un escéptico bien fundado. A la larga, pensar de manera crítica es “no tragar entero”, no dar por sentado la veracidad de lo que se afirma o se cree en general, es no aceptar los llamados mitos urbanos y las tan comunes noticias falsas (fake news) como explicaciones ciertas de determinados hechos. Entiende el pensador crítico que sus propias ideas pueden representar en muchas ocasiones apenas una de las opciones interpretativas frente a hechos y concepciones de la sociedad y del mundo; así mismo, reconoce que pueden existir otras explicaciones mejor fundadas o con mayor nivel de certeza. El pensador crítico a la vez que rechaza la imposición de posturas, la distorsión deliberada de información y de hechos respeta la opinión, la orientación teórica, ideológica o política de los demás. 

En el contexto actual de la era de la hiperinformación pensar de manera crítica es acceder y validar la información, establecer con certeza  si ella es cierta porque está debidamente soportada (o sea, que tiene validez interna); de igual modo, el pensador crítico establece el grado en que la aplicación  o  explicación de la información a la que se accede  tiene valor o potencialidad para ser  generalizable a otros campos, contextos o situaciones diferentes al original (proceso llamado de validez externa). 

La persona con pensamiento crítico tiene profundo respecto por la autoridad, pero lo tiene mucho más por lo que es cierto.  Al pensador crítico lo orienta aquella aseveración atribuida a Aristóteles que dice: “Soy amigo de Platón, pero más aún de la verdad”. Y también por la frase del apóstol San Juan: “La verdad te hará libre”. 

Si no se tiene la habilidad para pensar, leer, escribir y expresar oral o multimedialmente ideas de manear crítica no se pueden comprender textos escritos, audios, videos, animaciones, películas, mapas, gráficos y distintas formas de comunicación de contenidos y de información en variados formatos. Sin esa habilidad se carece de la posibilidad de aprender y de seguir aprendiendo a lo largo de la vida sin necesidad de una sumisión anclada a  figuras de autoridad, como a la de Platón. Saber leer y escribir es la base de la comprensión y del aprendizaje escolar significativo y con sentido. Está en la base de una educación con calidad y es esencial para poder consolidar procesos exitosos de inclusión social.  

Carecer de la capacidad de lectura crítica es estar en una forma inhumana suspendida de analfabetismo,  ni siquiera el funcional que ocurre cuando la habilidad del simple leer, escribir y contar se pierde por falta de uso, sino que es el “analfabetismo esencial”, ese en el que se carece de las habilidades, precisamente las esenciales, para desarrollarse como persona con dignidad humana reconocida, ser un ciudadano conocedor de sus deberes y derechos, entre ellos el derecho a acceder de manera oportuna  a información fidedigna y el deber de usar su potencial cognitivo para develar información falsa, esa que se apoya en sofismas y argucias lingüísticas presentadas con deliberada y  maliciosa intención de engañar o dañar.  

Cuando se dice que nuestros estudiantes carecen de lectura y de pensamiento crítico se afirma el reconocimiento de que pueden leer y escribir con un vocabulario básico de 2000 palabras o menos. De igual modo, se reconoce que pueden leer y escribir, pero con la esencial carencia de la capacidad para preguntar, entender, aplicar, investigar, crear, oponer, controvertir, validar, clarificar, cuestionar  y rectificar.  No están en condiciones de entender un problema o una pregunta y menos de poder emitir una respuesta clara y creativa. Dicho de otra manera, el estudiante que no se forma para desarrollar el pensamiento crítico y ejercerlo mediante la lectura crítica es, para todos los efectos prácticos, un “analfabeta esencial” como se mencionó, incapaz de ejercer sus derechos en la sociedad democrática y de comprender la naturaleza de los distintos fenómenos sociales, políticos, culturales, ambientales y económicos que ocurren en el mundo y que lo afectan a diario en estado de lamentable pasividad.  

La meta de formar en el pensamiento crítico está entre los fines de la educación consagrados en la legislación educativa de los países del mundo.  Sin la habilidad de pensamiento, lectura y escritura críticas no podrá la escuela, desde prescolar hasta la universidad, alcanzar fines formativos tan altos y cruciales como aquellos formulados para que todos sean capaces  de lograr, “mediante la apropiación de hábitos intelectuales adecuados para el desarrollo del saber” lo siguiente: 

El desarrollo de la capacidad crítica, reflexiva y analítica que fortalezca el avance científico y tecnológico nacional. 

La comprensión crítica de la cultura nacional y de la diversidad étnica y cultural del país. 

El acceso al conocimiento y el estímulo a la creación artística en sus diferentes manifestaciones. 

La promoción en la persona y en la sociedad de la capacidad para crear, investigar, adoptar la tecnología que se requiere en los procesos de desarrollo del país. 

Adquirir y generar conocimientos científicos, tecnológicos, humanísticos, históricos, sociales y estéticos. 

Ser factor de desarrollo científico, cultural, económico, político y ético en los ámbitos nacional y regional.  (Subrayados fuera de los textos de la ley 115 de 1994;  https://rb.gy/xj1udn y  de la 30 de 1192 https://rb.gy/qf1o1k).  

 

Son todos ellos logros cognitivos, afectivos y habilidades sociales que forman parte de la esencia  de los proceso formativos de escolarización, formación que debe ser desarrollada y mantenida de manera permanente a lo largo de toda la vida. Si la educación en todos sus niveles no forma para el pensamiento crítico, entonces falla, como se ha indicado, en una de sus misiones centrales cual es la formar personas críticas, con autonomía cognitiva y afectiva, base para una sociedad igualitaria fundada sobre los principios del bien común. 

Todos los alumnos y todas las personas tienen el derecho y el deber de una formación permanente para desarrollar la habilidad para comprender y transformar al mundo desde una perspectiva crítica. Habilidad que se manifiesta en la capacidad para entender la naturaleza de los distintos mensajes escritos, orales, hipermediales o multimediales que hoy recorren el acontecer cotidiano la cual se hace visible en las maneras de usar el potencial de ellos para una comunicación efectiva y un desempeño ciudadano y laboral exitosos en esta fase  del siglo XXI.