27 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El Jodario: De sopapo en sopapo @eljodario

 

Por Gustavo Alvarez Gardeazábal (foto)

No le pega a una. En un sopapo sin antecedentes, por 110 votos contra 44 le remacharon en la Cámara el rechazo a su intención de modificar la Justicia Especial para la Paz. 24 horas después volvió y se ranchó en que no hablaba ante los indígenas reunidos en la plaza de Caldono sino en un colegio y para un grupo escogido de ellos. Durante 26 días se había ranchado igual a que no hablaba con ellos si no despejaban la carretera. Negoció el desbloqueo por 800 mil millones y como por arte de magia el Fiscal nos advirtió a todos los colombianos que querían matarlo el día que se reuniera con los mingueros. Duque no es el general Nariño que salió al balcón y le puso el pecho a los pastusos, “buscáis al general Nariño, preguntó, aquí me tenéis”. Por supuesto fue incapaz de convencer al expresidente Uribe de que era un error objetar la paz y le obedeció. Tampoco fue capaz de convencerlo que frente a la minga indígena había actuado correctamente. Uribe se lo comió a tuiterazos y lo hizo ver tan incapaz y tan flojo como lo había mostrado internacionalmente el presidente Trump por no cumplirle en sus promesas frente a las drogas.

Me dirán que el miedo es muy respetable y que por eso no lo venden en las farmacias y que ante una advertencia como la del Fiscal prefirió no salir al balcón de la plaza. Pero se le olvidó un detalle, los colombianos no creemos ya todo lo que nos dicen y la actitud entre temerosa y caprichosa de su presidente hace aparecer ante los ojos del país el probable atentado contra su vida como parte de una pantomima antes que una confluencia razonable de los investigadores.

Uno siempre sabe dónde comienzan las cosas pero no sabe dónde terminan. Lo que puede venirse de ahora en adelante con Colombia puede ser minúsculo o mayúsculo. Se necesitaría pulso y temple para afrontarlo, pero parece ser que es lo más escaso en el momento.

PADRE SUSTITUTO

En los últimos años los hogares colombianos han experimentado muchísimos cambios y, por ende, las nuevas generaciones que han surgido han pensado y actuado muy distinto a las anteriores. Inicialmente en un país parroquial, y muy rural, la estructura patriarcal en el país andino y matriarcal en Antioquia y la Costa forjó en familias numerosas una concepción de patria que no estaba lejos de la unidad hogareña. Cuando se urbanizó Colombia y ambos padres comenzaron a trabajar, el padre sustituto fue el televisor. Tuvimos entonces un país cargado de violencia, copiado de las películas gringas o de las telenovelas dulzarronas. Ahora último, cuando la tromba del computador y el algoritmo no está dejando nada en pie, el hogar gira alrededor del Smart o, lo que es peor, ha sido sustituido por ese aparatico con el cual se pueden comunicar a cualquier momento los miembros de la familia, y hasta conseguir vigilancia estricta y seguridades de vida en territorios donde la envidia y la venganza campean como pivotes de la idiosincrasia, pero les ha arrancado la verbalización. Todos se escriben.

Ya no existe el diálogo hogareño. Existe el Smart. Ya no hay que buscar la sapiencia en los libros. Basta con preguntarle a Mr Google y todo se lo resolverá. Las tareas escolares no se hacen en el comedor de la casa, se pueden hacer en el bus del colegio y el copy  page inunda los trabajos presentados. En esos aparaticos se hacen las cuatro operaciones aritméticas que dizque enseñaron a generaciones enteras a pensar. Obviamente las tablas de multiplicar no son necesario aprenderlas, el aparatico se las muestra con hundir un botón. Y, lo que más trauma ha causado en el orden social (igual al que hizo el televisor), con el aparatico ya no se necesita papá que responda, aconseje o indique como llegar. Allí está todo en el  nuevo padre sustituto.

@eljodario