2 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

El Contraplano: Un premio recupera su buen nombre

  • Por Orlando Cadavid Correa

    Si hay vida en la dimensión desconocida, puede estar allá de plácemes el inmolado Orlando Sierra Hernández con los últimos destinatarios que ha tenido el premio de periodismo que lleva su nombre, auspiciado por la Alcaldía de Manizales.

    En las ediciones correspondientes a los años 2018 y 2019 recibieron el galardón a la vida y obra, en su  orden, los destacados colegas Esteban Jaramillo, un manizaleño raizal,  e Iván Darío Góez, un ríosuceño de pura cepa. Periodistas de pergaminos que no necesitan presentación.

    En una columna del pasado, nosotros habíamos abogado por que se le diera al premio la importancia que merecía, puesto que la distinción venía quedando en manos de unas medianías que poco o nada le han aportado al oficio. Proponíamos manos advenedizas fuera del premio anual. La decadencia llegó a tales extremos que, cuando se anunciaba el nombre del ganador, la gente se preguntaba: “Y ése, ¿quién es?”.

Ojalá el jurado mantenga la línea que ha observado, en materia de galardonados, en los dos años precedentes.

Las palabras de Góez: “Es una verdadera sorpresa para mí esta distinción, nunca la esperaba, la recibo con orgullo, pero con humildad, a nombre de quienes ejercen el oficio más bello del mundo, como lo calificaba nuestro Nobel García Márquez, por vocación, de manera independiente, en una lucha diaria a brazo partido para informar, denunciar un atropello o apoyar una causa social. Este momento me hace acordar:  hace 50 años, a finales del lejano 1969, cuando por primera vez empuñé un micrófono en la inolvidable Armonías del Ingrumá, que fue mi primera escuela en mi querido pueblo natal, Ríosucio. Desde entonces ha sido mi amigo y compañero inseparable, aunque he pasado también por otros medios como la televisión y la prensa escrita.
Hago parte del gran segmento de periodistas colombianos de la escuela empírica, formados en la Universidad de la vida, que nos otorgó el bello título de reporteros. No acudimos a las aulas porque en ese entonces no existían las escuelas de periodismo, como ahora, cuando los muchachos tienen la oportunidad de adquirir el conocimiento científico y humanístico en un centro de estudios.

Tuve la fortuna de formar parte de la escuela del maestro Orlando Cadavid, quien fue mi tutor y mecenas, se empecinó en que me debía dedicar a la información radial por esa época brillante de Radio Manizales, que, ¡vaya ironía!, hoy se apaga lenta pero inexorablemente.
Han sido muchos los grandes periodistas con quienes tuve la fortuna de trabajar y recibir sus orientaciones y enseñanzas. Especialmente recuerdo a don Antonio Pardo García, el más brillante de todos; a Yamid Amat y a Juan Gossaín, quien siempre les inculcaba a sus discípulos principios como la independencia, el respeto, la imparcialidad, la ética y la verdad, en el manejo de la noticia.
En el mundo moderno, cada vez más globalizado, nos invade una desbordada avalancha de nuevas tecnologías, especialmente de la información y el conocimiento. Esto ha provocado una proliferación de medios digitales que han modificado sustancialmente las costumbres de los usuarios de los medios tradicionales hasta el punto de que, progresivamente, están siendo desplazados, lo que conlleva a la desaparición y el cierre especialmente de los medios impresos. Y éste es un fenómeno mundial, del que no se escapa nuestro país. De sólo uno de ellos, tal vez el más importante, han sido despedidos en los días recientes más de 100 periodistas. Paradójicamente, mientras crece la penetración y la influencia de tales medios en las redes sociales, parece mermar su credibilidad, y asistimos todos los días a una vitrina de noticias falsas o fake news, que contribuyen a desinformar, a confundir y enrarecer el ambiente social y a atentar contra una sana convivencia ciudadana”.

La apostilla: El presidente del Club de Periodistas de Manizales, Eduardo Aristizábal, expresó así su complacencia con el fallo: “Me uno a este reconocimiento, justo, equitativo y saludable. A propósito de este merecido homenaje, recuerdo una de las tantas reflexiones del gran maestro Ryszard Kapuscinski: “Las malas personas no pueden ser buenos periodistas”. Iván Darío Góez es excelente persona y profesional”.