16 septiembre, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Dosis altas de ordinariez y cháchara

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Claudia Posada

Por Claudia Posada

Es sumamente desalentador que en la recta final de las campañas políticas que orquestan los aspirantes a curules en los cuerpos colegiados (asambleas y concejos) o a cargos unipersonales (gobernadores y alcaldes) no nos encontremos, al menos, piezas de propaganda (vallas, jingles, afiches…) que nos enganchen por sus contenidos admirablemente novedosos; mucho menos, además, si esperábamos que los “debates” de candidatos nos pondrían a pensar que la mayoría son tan buenos, que es difícil tomar la decisión que nos lleve con entusiasmo a las urnas el 29 de octubre.

Muchos los deseosos de gobernar, escasos los de trayectoria y experiencia para competir con altura. Hojas de vida con lista de títulos académicos para colgar en la pared, pero en la práctica va uno a ver “pocón, pocón tirando a nada”.  

Es lamentable. Llámese debate, foro, confrontación, careo, medición, como quiera que sea el nombre que le den a los espacios para exponer fórmulas que permitan a los aspirantes darse a conocer en distintos escenarios, de suerte que los ciudadanos nos formemos una idea lo más cercana posible al tipo de persona que puede llegar a ser el conductor que necesitamos, bien sea para el municipio o bien para el departamento, finalmente resultamos decepcionados. En lo que respecta a las corporaciones públicas, la decisión es más difícil para el elector, no son muchas las oportunidades de acercamiento a los aspirantes más allá de observarlos y oírlos en reuniones convocadas por sus seguidores, o en escenarios abiertos poco aptos para mostrar (generalmente el mismo cuento de siempre) el discurso que busca cautivar por primera vez, o repetir el mismo libreto que les ha funcionado en otras ocasiones, aunque el mundo gire a otro ritmo. La idea es simplemente aceitar la maquinaria pues cuentan de antemano con los votos “amarrados”. 

Hay escasas, muy escasas excepciones, y es ahí en donde juega la “malicia indígena” para adivinar que en éste o en aquel, tal vez sí se puede esperar que sabrá conjugar el control político (en Asambleas o concejos) con lo que representa a la hora de las decisiones, el talante que da vía libre o no, a los acuerdos o a las ordenanzas que pretenden regir la administración pública territorial del caso. Ejemplos hay por montones que nos ilustran sobre las intenciones por debajo de la mesa; la irresponsabilidad con la que asumen el compromiso que juraron valer, es dolorosa. La opinión pública evidencia la decepción creciente con respecto a la clase política, y no es para menos.  

Volvamos a los debates que protagonizan candidatos a gobernación o alcaldía. Son vergonzosos. Y es que, sin idoneidad, les dio a muchos la ventolera de gobernar, por lo demás, sin ninguna trayectoria interesante. Medellín no es la única ciudad de Colombia con problemas graves por solucionar; así como la capital de Antioquia -y como Colombia misma- departamentos y localidades de todos los tamaños atraviesan por crisis que parecen inmanejables dado el grado de complejidad que presentan en razón de ingredientes que se les ha ido agregando a través del tiempo. Sin duda ha habido diagnósticos y pronósticos acertados, pero no atendidos oportunamente. Ha faltado voluntad política y ha sobrado dejadez. Incompetencia, corrupción y ambiciones personales, impiden eficiencia y eficacia en las administraciones, detienen el progreso y crean mucha incertidumbre. 

Ahora, entre tantísimos candidatos, son raros los respetuosos; poquitos con amplia trayectoria; escasos los de bagaje y escasos con recorrido, lo mismo aquellos de imagen absolutamente limpia. Los “debates” han demostrado que algunos ni siquiera saben en dónde están parados pues no mencionan, ni por equivocación, cuáles son las zonas y los rincones de Antioquia, por ejemplo, para explorar visiones nuevas en la grandiosidad de la extensa geografía que alberga tantísima gente ávida de progreso; generaciones preparadas profesionalmente; además técnica y tecnológicamente, aptos para mover el progreso, siguen a la espera de oportunidades porque la clase política, vieja y nueva, no sabe articular el territorio a la modernidad de la globalización (o no quieren).  

Tampoco se les oye mencionar cómo, las iniciativas con perspectiva innovadora, se ajustarían a las riquezas de nuestros territorios, sin deteriorarlos; en consonancia con el lenguaje de la juventud, la academia, la ciencia y la tecnología, no se vislumbran competencias que hagan de los debates escenarios de confrontaciones nutridas de conocimientos para iluminar el oscuro horizonte que se nos presenta. Debates salpicados de incoherencias, hipocresía, arrogancia, oprobios… ¡Qué pobreza intelectual tan penosa! ¡Dosis altas de ordinariez y cháchara!