Quien iba a pensar que a menos de dos meses de su consagración, el presidente Iván Duque iba a pasar de la primera magistratura de la nación a dirigir una agencia del cuerpo de bomberos.
De presidente a bombero ha pasado el ahijado del presidente Uribe, y mucho de esta dramática conversión ha sido por culpa exclusiva de su falta de previsión o de un estudio más minucioso en la escogencia de sus colaboradores.
El primer conato que tuvo que salir a extinguir fue el que propició por haberle dado el premio de una embajada al impresentable ex Procurador General, Alejandro Ordoñez (foto) encargándole la representación de Colombia en un organismo de la prestancia de la OEA.
Allí parecen mosca en leche las retardatarias posiciones del destituido Ordoñez en diversos temas que en la actualidad son materia de revisión para acomodarlas a los tiempos modernos, muy lejanos de esos cavernarios en que suele moverse el incinerador de libros.
El extinguidor utilizado en este caso funcionó a medias, y ojalá en el futuro no tenga que volver a utilizarlo cuando comiencen a hacerse evidentes las abismales diferencias que hay entre la época actual y la inquisición. (EJE XXI).


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