12 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

«Cuando yo digo Manizales» 

Por Oscar Domínguez G. (foto)
De pronto, a principios de año, recuerdo mis días de estudiantes en el seminario La Linda, a dos rosarios de Manizales, ciudad que a principios de enero está de mucha feria, echando la Catedral por la ventana.
In illo tempore, yo acariciaba la pretensión de convertirme en el primer papa colombiano. En la rebajona, no pasé de monaguillo. Y de aplastateclas. ¡Qué mal papa se economizó el mundo! A veces querer es no poder.
Vivo agradecido con Manizales porque me prestó su viejo aeropuerto de Santágueda (hoy aeromuerto, según le dicen sus siempre ingeniosos habitantes que parecen estar emulando a toda hora a Arango Villegas o/y a Luis Donoso) para pegar el grito de independencia doméstico.
Los frailes agustinos recoletos que reclutaban seminaristas no habían dicho que en La Linda se practicaban todos los deportes. “Entonces tengo vocación de cura”, me dije a mis escasos 12 o 13 años. Sólo ahora me entero de que en mi casa más que un cura, querían desembarazarse del empalagoso sujeto que era yo.
Otra circunstancia que me tramó para medírmele a los claustros agustinianos fue la certeza que tuve de que si arrancaba para el seminario montaría por primera vez en avión, algo que para mí era tan importante como bajarnos los pantalones o perder la virginidad. (Lea la columna).