1 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Cuando un amigo se va…

Por Oscar Domínguez G. (foto)

Alvarín: Finalmente, a Dios se le salió el acaparador que lo habita y te llevó con él para que le cocinaras en la fiesta de cambio de milenio. Donde manda capitán, no mandan los mejores bisturís de la Clínica Cardiovascular que lo hicieron todo por mantenerte de este lado de la  vida.

Ese 28 de diciembre, el último del siglo XX  cambalache, problemático y febril, nos cuidamos de informar que te íbamos a enterrar porque de seguro iban a pensar que los estábamos  inocentando.

Siempre original, decidiste estrenar milenio con corazón nuevo. No contábamos – vos ni nosotros- que te tocaría estrenar corazón  en la eternidad. Champaña Viuda de Clicquot para todas las mesas, fue tu pedido al llegar al cielo, tercer piso, pabellón de los cocineros.

En tierra firme hiciste fácil el arte de cocinar.  De paso, convertiste tu profesión de gourmet-gourmand en docencia permanente.

Compartir lo que sabías fue la forma que escogiste para asegurarte la inmortalidad, siguiendo el recetario del Dalai Lama. Lástima que se haya quedado entre el mortero el libro que preparabas sobre tu vida y recetas.

¡Cómo amaste tu oficio, viejo Álvaro de Jesús! Si bien tus palabras iban más rápido que tu pensamiento, toda conversación tuya  era una clase magistral de gastronomía. Era parte de tu ética.

La otra parte consistió en aprender más y más de tu oficio heredado de papá Goyo (el del restaurante Gregorios) de mamá Lucía Reyes, y en enseñarle al prójimo  a buen comer y a buen beber. Misión cumplida, compadre y padrino, así quedemos uno que otro analfabeto sin remedio. (Lea la columna).