@eljodario
El gobierno de Jorge Iván Ospina en la alcaldÃa de Cali tambalea. Desde hace varias semanas lo que era un rumor se volvió una confirmación.
La sinvergüencerÃa que se apoderó de las estructuras burocráticas en todo el paÃs para poder cumplir a rajatabla las especificaciones de las cooperativas de contratistas, todavÃa mal llamadas partidos polÃticos, dizque se habÃa apoderado de Cali.
La protección de que solo gozan los rezados por el Gran Babaloo y que habÃa desviado la atención mediática hacia otros confines, desapareció como por encanto.
Los estruendosos contratos adjudicados a dedo por la fórmula mágica que permitió que las Empresas Municipales contrataran en reemplazo de la municipalidad llevó que hasta las licitaciones públicas comenzaran a perder la protección de los santeros.
Fue entonces cuando Cali se dio cuenta que el gobierno de Ospina no era tan malo como lo calificaban sino una gran catedral de la corrupción. Las sombras oscuras de los dos mandamases de la administración, ejercida con tino y picardÃas desde una oficina de Chipichape, contagió a los concejales recargados de prebendas a cambio de dejar hacer, dejar pasar.
Las pequeñas repúblicas independientes de quienes permitÃan o no las obras civiles se fueron creciendo y como la ambición desbordada se vuelve garosidad, los réditos de esas triquiñuelas fueron descubiertas de la noche a la mañana por sindicalistas asombrados de las mismas Empresas Municipales y hechas eco por los equipos investigativos y periodÃsticos de Julio Sánchez en la W.
Entonces fue Troya y como resultó todo tan obvio y tan grotesco, el escándalo derrumbó los blindajes que el babaloo habÃa construido para defender a sus rezados. El gerente de Empresas Municipales ha sido el primero en caer. Los miembros de la Junta Directiva serán, por acción u omisión, los próximos en quedar atrapados en las redes de pesca que ContralorÃa de la República y FiscalÃa de la Nación han extendido ante la magnitud del despropósito.
Pero ahà no termina todo. Convencida Cali que Ospina dirige un gobierno cada vez más garoso y más alejado de la lÃnea moral que antaño llegó a poseer, el grito pidiendo la renuncia del alcalde comienza a oÃrse más que los alaridos de quienes todavÃa le defienden.

Todo parecerÃa consumado. La vergüenza y la angustia han invadido el rostro del alcalde Ospina. Es el derrumbe.
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