7 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Crónica #33 del enchuspado maestro Gardeazábal: “A Cali le quebraron el espinazo”

@eljodario

La forma como el coronavirus aporrea económicamente a Colombia está bien delimitado por regiones.

Así como la Costa Atlántica, y en especial Cartagena ven esfumarse su porvenir turístico, a Cali le quebraron el espinazo con las estrictas prohibiciones sobre reuniones de más de 10 personas que se ven venir para asimilar o evitar la pandemia.

El hecho de que Cali sea una ciudad fundamentalmente parrandera, en donde para poderse tomar un trago hay que pegarse primero una bailadita. El que haya sido convertida en la capital mundial de la salsa la conducen a ser la víctima precisa de esta peste arrasadora.

De ahora en adelante, y quien sabe por cuantos meses o años más, no habrá bares que se llenen ni bailaderos que admitan más de 10 personas.

Y lo que es peor, la salsa, la bendita salsa caleña puede hasta desaparecer porque aunque ella de verdad se baila en cuatro baldosas (y no caminando en un salsódromo como mal se lo inventara el alcalde Jorge Iván), nadie baila solo en la casa. La salsa es para que la vean bailar, para que la sientan los que no lo pueden hacer o para que se provoquen los tímidos que no se deciden a salir al patio.

Pero el espíritu parrandón de Cali puede (yo diría más bien “debe”) llevar a una rebelión que la reestructure o a un caos que se base en la desobediencia. Aparecerán entonces los bailaderos clandestinos, resurgirán las coimas de alcaldes y policías del otro lado del rio Cauca o de la carretera a Vijes. Pocos o nadie le va a temer al contagio. Se vivirá en un eterno baile de disfraces en una ciudad que no tiene carnavales.

Por las calles todos con el obligatorio tapabocas. En los antros clandestinos, todos libres captando vida o muerte pues finalmente a más de mil quinientos homicidios al año se acostumbraron los caleños sin chistar.

Los gobernadores tendrán que promover la  existencia de la Cali clandestina para poder seguir vendiendo cerveza, ron, aguardiente y cigarrillos y no acabar con la renta miserable que sostiene los departamentos.

Las mafias, hijas, herederas o reemplazantes de las que hicieron famosa la Sultana del Valle, harán el resto y terminarán suplantando a la autoridad legal que en cualquier esfuerzo se va a quedar corta porque Cali ni dejará de ser parrandera ni perderá su aire desobediente.

Y si como solución inmediata le paran bolas a la peregrina y tarúpida idea del opaco concejal Martín Bravo de decretar dizque ley seca en mayo, van a precipitar antes de tiempo  un verdadero bororó inmanejable.

Falte ver si lo que pasa en el resto del mundo, del país y del departamento tendrá influencia sobre este ímpetu parrandero caleño.

Quizás un régimen dictatorial produzca más daño que bien. Quizás un caos creciente (como lo pretende siempre Soros el gran financiador de esta locura que envuelve al mundo) resulte ser el catalizador de la otrora ciudad de Belalcázar y al futuro, cuando afortunadamente ya no estemos vivos muchos de los testigos de momentos tan vertiginosos y enloquecedores como los que estamos viviendo, lo que surja ni avergüence ni enorgullezca a quienes han gobernado a Cali durante esta crisis.

Escuche la crónica del maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal.