11 mayo, 2024

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Crónica # 17 del maestro Gardeazabal: Se sabe más del asesino Belalcázar

@eljodario

Mientras en Cali han decidido proteger de otro derrocamiento a Sebastián de Belalcázar y cubrir con sábanas blancas su estatua, que ha simbolizado en los últimos 80 años la existencia nacional de la capital vallecaucana, se han ido haciendo públicos muchos detalles de la historia que nos ocultaron del fundador de Cali, Popayán y Quito.

El primero de ellos es que Belalcázar no se apellidaba como tal sino Moyano y cambia su apellido al llegar a Cartagena porque venía huyendo, como tantos otros conquistadores, por el crimen de su hermano, a quien había dado muerte a garrote.

El hace parte de las tropas del sanguinario Pizarro que conquistara el Perú y es por su delegación que se vuelve a explorar las tierras al norte desde Lima hasta llegar al Valle del Cauca. Por donde pasa, Belalcázar siembra terror y muerte entre la población indígena y es a él y a Pedrarias, el otro criminal disfrazado de conquistador, a quienes se refiere en sus crueldades el cura Fray Bartolomé de las Casas cuando hace su denuncia ante el rey por el mal trato recibido por sus súbditos aborígenes del Nuevo Mundo. Por supuesto, eso nunca lo resaltaron ni la cruz ni la espada con que forjaron esta patria nuestra.

La historia la escribieron los aduladores de la corona española y los perdonadores de vida camuflados de intermediarios de Dios en la tierra: los miembros de las órdenes religiosas católicas.

Y así como jamás reconocieron que la mayoría de los pueblos que registraban ante las autoridades coloniales de Sevilla como nuevas fundaciones eran en verdad antiguos poblados indígenas subsumidos por la mano imperial española, tampoco se permitió que se presentara una radiografía cierta de los crímenes, atropellos y tropelías de la soldadesca hispana que al no traer mujeres saciaba sus instintos sexuales preñando las indias, pero matándoles primero a sus maridos.

Esa manera de ver la historia estuvo pivoteando la entronización de la estatua ecuestre que los guambianos acaban de tumbar en Popayán. Estos indígenas, hoy concentrados en Silvia y sus inmediaciones, son los descendientes de los 10 mil esclavos incas que Pizarro le dio a Belalcázar para que no le arrebatara las riquezas en el Perú y se viniera a las tierras que había mandado a explorar en el norte.

Pero fueron los hidalgos popayanejos, con la vertical oposición del maestro Guillermo Valencia, quienes pisotearon con saña el ancestro de los antiguos habitantes de Pubén y levantaron la estatua del conquistador encima del sitio donde estuvo la semipirámide de Tulcán, epicentro religioso de aquellos indios.

Escuche al maestro Gustavo Alvarez Gardeazábal.