6 mayo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Corrupción, narcotráfico e ilegalidades 

Por Claudia Posada(foto)

El derecho constitucional de los ciudadanos colombianos nos permite intervenir en las decisiones que nos afectan como colectivo, de ahí que podemos echar mano según el momento y el objetivo, de los mecanismos de participación ciudadana que son el voto, el plebiscito, el referendo, la consulta popular, el cabildo abierto, la iniciativa legislativa y la revocatoria del mandato; regulados mediante la Ley 134 de 1994 y la Ley 1757 de 2015 al establecer las normas fundamentales para la participación democrática. Otra cosa es que, como ciudadanos, como organizaciones civiles, o como dirigentes políticos, seamos inferiores a las posibilidades plasmadas en nuestra Constitución del 91. No significa entonces que no haya herramientas para la iniciativa popular y asumir el papel del constituyente mayor que es el pueblo y, como tal, podríamos hacer reformas, introducir cambios, o eliminar disposiciones, convocando y actuando conforme a la Constitución y la ley. En todo caso, cualquiera de estas herramientas, requiere alto grado de voluntad ciudadana, cívica, social y política para construir los acuerdos que las facilitan. 

La Asamblea Constituyente, por su parte, es una figura que la misma carta magna contempla para reformarse, conforme el Artículo 374«La Constitución Política podrá ser reformada por el Congreso, por una Asamblea Constituyente o por el pueblo mediante referendo». Desde cuando en estos días el Presiente Petro dio a entender que podríamos pensar en una Asamblea Constituyente dados los tropiezos para conseguir las reformas prometidas y presentadas, se habla del tema por todas partes; en algunos espacios sin mucho conocimiento de las implicaciones del asunto, mientras en otros, tanto contrarios como elogiadores, con argumentos fuertes en favor o en contra, evidencian el afán de influir para consolidar la propuesta, o bien para derrumbarla; pero en todo caso son especulaciones pues la intención del mandatario no la conoce a ciencia cierta sino él, porque con tanto ruido no es fácil oírlo y menos interpretarlo; y esa es justamente la intención del “ruido”. 

En Colombia imperan “leyes” soterradas que obedecen a un sistema estructural en el que hace rato se enquistaron males como la corrupción política, la corrupción institucional y el narcotráfico, afectando gravemente el desarrollo económico y social del país. Una gran mayoría de ciudadanos buenos, trabajadores honrados, gentes decentes, todos queriendo que los dueños del poder y las decisiones se inclinen por mejorar las condiciones mínimas para que se viva dignamente, observamos cómo cada día, por el contrario, se descubren casos que involucran prácticas ilegales por parte justamente de quienes aprovechan sus privilegios de confianza para desfalcar las arcas mediante distintos mecanismos y según sus oportunidades para escamotear. Los principios pasaron al olvido precisamente entre quienes más aferrados a ellos deberían permanecer. Asombrosamente hoy la ilegalidad cuenta con la anuencia de personajes, funcionarios y empleados sin ningún escrúpulo.  

Es así entonces cómo, al querer atacar desde distintos frentes males de necesaria erradicación, para que al menos se vaya combatiendo una a una las pestilencias que nos tienen absolutamente desconcertados y desesperanzados, algunas figuras públicas lanzan dardos envenenados que son señales de que no es la concertación para conducir las riendas del país, lo que se quiere como se dice falsamente. Los intentos por llevar a buen término las reformas presentadas por el gobierno -la de la Salud particularmente- son señales inequívocas del juego sucio, la corrupción y las ilegalidades con las que responden a la voluntad que particularmente apunta hacia mejores condiciones de vida para quienes por siempre han sido desoídos y desatendidos.  

Así las cosas, lo ideal sería que los colombianos de a pie, conociéramos a fondo cómo ejercer una verdadera participación y alcanzar por fin la Democracia Participativa; no más conformarnos con la democracia representativa. ¡Qué muy mal marcha! Lo mismo que procurarnos adquirir cultura política.  Qué importante sería interpretar debidamente pronunciamientos para identificar cuáles obedecen a intereses particulares, esos que día tras día se fortalecen en la ilegalidad y con la manipulación.